Fuerzas del Pacto de Varsovia en Europa en la década de 1980. DE LA BLITZKRIEG A TORMENTA DEL DESIERTO.

De acuerdo con las cifras del Departamento de Defensa norteamericano de mediados de los años ochenta, el Pacto de Varsovia superaba a la OTAN prácticamente en todo: 42.500 carros de combate frente a 13.000, 31.500 piezas de artillería y morteros frente a 10.750, 78.800 transportes de personal blindados y vehículos de combate de infantería frente a 30.000, 24.300 lanzaderas guiadas contracarro (con dotación, autopropulsadas o ambas cosas) frente a 8.100 y 7.240 aviones tácticos frente a 2.975.

Solo las fuerzas soviéticas estacionadas en Alemania (el Grupo de Fuerzas Soviéticas en Alemania, GSFG [Group of Soviet Forces Germany]) sumaban unas diecinueve divisiones: nueve de carros de combate y diez mecanizadas. Las fuerzas soviéticas en toda Europa Oriental ascendían a treinta divisiones (dieciséis de carros de combate y catorce mecanizadas). Además, la URSS podía disponer de otras 45 divisiones de tropas no soviéticas del Pacto de Varsovia y de 65 divisiones en la URSS europea (23 de carros de combate, 37 mecanizadas y 5 paracaidistas) sumando un total de 140 divisiones.

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Asalto a una villa alemana durante la batalla de Rzhev. ¡ASALTO!

El 25 de marzo de 1942, la temperatura era de -42 ºC y una capa de 90 centímetros de nieve cubría el terreno. Ese día, el 2.º Batallón repelió varios ataques procedentes del oeste, infligiendo fuertes pérdidas a los soviéticos, que acto seguido, intensificaron su actividad de patrullas. Media hora después de haber regresado la patrulla alemana, emergieron de repente 100 soldados soviéticos del bosque y atacaron las posiciones de la 7.ª Compañía en la parte noroccidental del anillo defensivo. Los soldados que participaban en el ataque iban armados con subfusiles y avanzaban con esquíes, lo que hacía que esta pequeña fuerza fuese enormemente móvil en el terreno nevado. Además, un hombre de cada tres llevaba en su bolsillo una granada frangible, presumiblemente para incendiar la población. Varios soldados volaron literalmente cuando sus granadas frangibles fueron alcanzadas por las balas y explotaron. Debido al frío extremo, algunas ametralladoras alemanas se negaron a funcionar y los soldados soviéticos lograron penetrar en las posiciones alemanas.

La 7.ª Compañía atacó media hora más tarde con el propósito de eliminar la penetración. Los rusos lucharon con tenacidad y se produjo un violento combate cuerpo a cuerpo. Para las 12:00 horas, la 7.ª Compañía había recuperado las posiciones. Ochenta y nueve soldados soviéticos habían sido abatidos y otros nueve hechos prisioneros, entre los que se incluían dos heridos graves. Todos los atacantes eran candidatos a suboficial a los que les habían prometido ascensos por méritos de guerra si tomaban la Villa S.

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NUTS! El general McAuliffe en Bastogne

El coronel Harper acompañó a Jones al cuartel general de la 101.ª División. Los dos oficiales alemanes se quedaron con el capitán Adams. Los miembros del estado mayor se arremolinaban en torno al general McAuliffe cuando llegaron Harper y Jones. McAuliffe preguntó a alguien qué contenía el papel y le dijeron que pedía una rendición. Se rio y dijo: «¡Ja, los cojones! [Nuts!]». En ese momento le pareció gracioso. Consideraba que les estaba dando «una paliza» a los alemanes y que todos sus hombres lo sabían. La exigencia estaba fuera de lugar dada la situación vigente. Pero McAuliffe era consciente de que había que dar algún tipo de respuesta y se sentó a pensarlo. Lápiz en mano, se quedó reflexionando durante unos minutos y luego comentó: «Bueno, no sé qué decirles». Preguntó a los miembros de su estado mayor qué pensaban y el coronel Kinnard, su G-3, le contestó: «Ese primer comentario tuyo sería difícil de superar».

El general McAuliffe no entendió en el momento a qué se refería Kinnard, así que éste le recordó: «Usted ha dicho “¡Los cojones!”». Eso provocó los aplausos de todos. Los miembros del estado mayor mostraron su acuerdo con mucho entusiasmo y, debido a su aprobación, McAuliffe decidió enviar ese mensaje a los alemanes. Luego hizo entrar al coronel Harper y le preguntó cómo respondería al mensaje. Harper pensó durante un minuto, pero, antes de que pudiera redactar nada, el general McAuliffe le dio el papel en el que había escrito su respuesta sucinta y le preguntó: «¿Se encargará de que lo entreguen?». «Lo entregaré yo mismo», respondió Harper. «Será muy divertido».

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El Panzer VI Tiger en el verano de 1943. KURSK 1943. Roman Töppel

El Tiger fue construido en su mayor parte con planchas perpendiculares. Parecía una caja. Pero las tripulaciones aprendieron rápido a apreciar las ventajas que ello conllevaba: el blindaje frontal era de entre 10 y 12 cm y en el verano de 1943 era capaz de oponer resistencia a casi todos los carros y cañones contracarro soviéticos. Las secciones laterales de la torreta y la parte alta del chasis contaban con un blindaje de 8 cm y brindaban buena protección frente a los cañones F-34 de 7,6 cm que montaban los T-34. Un informe del consejo de tropas blindadas y mecanizadas del Ejército Rojo fechado el 4 de mayo de 1943 daba cuenta de los resultados obtenidos en unas pruebas de disparo que se habían realizado sobre un Tiger capturado:

«Un disparo realizado con un cañón F-34 de 76 mm sobre el lateral blindado de 82 mm de un Panzer T-VI [Tiger] desde una distancia de 200 metros, ha demostrado que el proyectil perforante de este cañón es demasiado débil, y que al impactar sobre el Tiger no logra su cometido porque no penetra el blindaje». Sólo con proyectiles especiales de calibre reducido o disparando desde distancias muy cortas en las que el proyectil impactase en un ángulo favorable, podía el cañón del T-34 atravesar el blindaje lateral del Tiger. El mismo informe recogía que, por el contrario, el cañón de 8,8 cm del Tiger era capaz de penetrar las zonas más blindadas del frontal del T-34 desde una distancia de 1.500 metros. En el verano de 1943, el cañón de 8,8 cm del Tiger era capaz de destruir cualquier carro de combate enemigo desde una gran distancia.

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Un Tiger ataca Noville. BASTOGNE. Ocho días cruciales

Justo antes de que se levantase la niebla, un carro Tiger había logrado avanzar hasta el centro de Noville. La visibilidad entre los edificios era casi nula. El carro se detuvo frente al puesto de mando de la Compañía B del 20.º Batallón de Infantería Acorazada. El carrista giró su cañón de forma vacilante hacia la puerta. El capitán Omar Billett rezó una rápida oración. Un bromista a su lado comentó: «No mires, pero hay un 88 apuntándote». El carro de combate del sargento Lesniak estaba a menos de 20 metros, pero el alemán no lo había visto con la niebla; tras girar su torreta dañada un poco hacia la derecha, Lesniak tuvo en su punto de mira al Tiger. Disparó tres proyectiles de 75 mm a 20 metros de distancia contra el carro enemigo sin causarle ningún daño aparente. El alemán dio rápidamente marcha atrás y la oruga izquierda pasó por encima de un jeep. El vehículo quedó completamente aplastado, pero la oruga quedó enganchada y el carro se detuvo. El alemán trató de continuar marcha atrás –con el jeep debajo. A continuación, chocó con un semioruga y el carro de combate se desniveló peligrosamente sobre su lado derecho. La tripulación alemana pensó que ya había tenido suficiente. Los tripulantes saltaron del carro y salieron corriendo del pueblo, atravesando las líneas norteamericanas sin que les disparasen un solo tiro, tal era la espesura de la niebla.

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