El mito de los aros o duelas de Drake – Felipe II y el mito de la Armada Invencible

Existe el estado de opinión, muy difundido en la historiografía inglesa y arrastrado por ciertos divulgadores, que la acción realizada en la primavera de 1587 por la marina inglesa, al mando de Drake, obstaculizó y atrasó la campaña prevista para otoño de 1587 según el diseño del plan de Juan de Zúñiga. Dicho estado de opinión se fundamenta en la destrucción de duelas y aros para la construcción de pipas de las que la armada de Andalucía (que se reunía en Cádiz) era acreedora, pues sin este contenedor las vituallas, en especial el vino, agua y vinagre, no podían trasportarse.

Felipe II y el mito de la Armada Invencible, Antonio Luis Gómez Beltrán

Recordemos que la denominada armada de Andalucía era el conjunto de naves y navíos que se reunían al amparo de la gestión del duque de Medina Sidonia y del proveedor general del Consejo de Hacienda, Antonio de Guevara, además de otros gestores de otras disciplinas y de menor rango. Esta agrupación naval debía transportar la mayor parte de la infantería a embarcar para la campaña y una buena cantidad de bastimentos con destino a Lisboa, donde el marqués de Santa Cruz preparaba el operativo naval de la Empresa de Inglaterra.

Pongámonos en situación sucintamente. A finales de abril de 1587 una flota de 28 naves inglesas al mando del pirata Francis Drake atacaba la bahía y puerto de Cádiz durante dos días, consiguiendo quemar y apresar una serie de barcos que se alistaban con diferentes destinos. A continuación, se dirigió al Algarve portugués donde, desembarcando en el área de San Vicente y tomando el castillo de Sagres (entre otros), campó durante cierto tiempo a sus anchas. Durante este lapso interrumpió el tráfico ordinario de cabotaje y la actividad pesquera, apresando un sinnúmero de navíos cargados con duelas y aros para la fabricación de pipas, siempre en atención a los informes elaborados por el propio Drake, Thomas Fenner o William Borough.

Los siguientes movimientos de la flota inglesa se dirigieron a Lisboa, retorno al cabo de San Vicente y posterior derrotero al norte, durante cuyo trayecto una tormenta dispersó a la flota de modo que unos fueron sobre las costas de Galicia, los que menos a Inglaterra y los otros divididos en dos grupos inconexos recayeron sobre las Azores, de suerte que Drake pudo apresar la carraca San Felipe (verdadero triunfo comercial de esta empresa público-privada orquestada por el Consejo de la reina Isabel I). Y el triunfo militar ¿en qué consistió?

Para Robert Hutchinson («La Armada Invencible». Pasado & Presente, noviembre 2013) los ingleses «asestaron un golpe especialmente importante al destruir el suministro de todo un año de aros de hierro y duelas de madera para la fabricación de barriles. Esto resultó ser todo un desastre táctico para la Armada…», continúa este mismo divulgador.2

«Según el cálculo oficial de los daños, los españoles perdieron veinticuatro naves, valoradas en 172.0003 ducados…». Lo que no dice Hutchinson, lo decimos a continuación, solo 17.426 ducados pertenecían a la Corona española con vínculos a la Empresa de Inglaterra, el resto, hasta el total, correspondía a mercaderes venecianos, genoveses, franceses y otros que comerciaban y/o tenían su base en Cádiz….

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Operación Gauntlet – Rumbo al Polo Norte. HMS Aurora

La Operación GAUNTLET terminó siendo bastante más que un golpe de mano contra las instalaciones industriales ubicadas en tierra firme. Vayamos paso a paso. La flotilla británica partió el día 19 de agosto. El mar estaba encrespado, como es típico en esa época del año en la que las temperaturas al alza eliminan virtualmente las masas de hielo de la superficie del agua, a pesar de lo cual se navegó a buena velocidad. No fue un viaje plácido. El día 24 los buques de la Task Force fueron reabastecidos de combustible. Esta labor la llevó a cabo el petrolero de la flota auxiliar británica Oligarch, en las Bear Island, de acuerdo con los planes previstos. Por fin, el 25 de agosto se producía el desembarco previsto en Barentsburg.

HMS AURORA, Salamina

Una vez allí se iniciaron de inmediato las demoliciones y, a renglón seguido, más de un millar de ciudadanos soviéticos entre los trabajadores de las minas y sus familiares, fueron embarcados en el Empress of Canada con destino Arcángel. Llegaron sin novedad algunos días más tarde, escoltados por el Nigeria y los tres destructores disponibles. No dejó de ser una estampa curiosa: un crucero de la Royal Navy entrando en un puerto de la URSS como aliado, tras acudir al rescate de sus ciudadanos. No deja de ser curioso, digo, porque, aunque desde el mes de mayo de 1941 la paradójica realidad de la guerra puso a soviéticos y británicos del mismo lado, hasta hacía bien poco ambos países habían sido enemigos declarados.

Mientras sucedía todo eso, el Aurora –que seguía navegando en las inmediaciones de las Spitzbergen- se dirigió hacia Longyearbyen para proseguir con las tareas de destrucción de las instalaciones carboníferas. Ahí fueron incendiados los depósitos de petróleo, de gran capacidad. Las demoliciones afectaron asimismo a grúas pesadas, a los raíles de las minas, a los teleféricos, a una estación de telégrafos, a varias centralitas eléctricas (en la misma Longyearbyen, pero también en Grumantby, en Pyramidon y en Nyalesund), a diversos almacenes, así como a las demás infraestructuras necesarias para proseguir con esa explotación. Por ejemplo, los equipos de zapadores volaron con explosivos la entrada a las minas de Grumantby y de Pyramidon, dejándolas impracticables….

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El segundo día de la ofensiva – Operación Barbarroja. David Stahel

El segundo día de la ofensiva, Halder proclamó que las operaciones del Grupo de Ejércitos Centro procedían «según el plan» y habló de lograr pronto «una libertad operacional completa» detrás del maltrecho frente soviético. Ese mismo día, en respuesta a la estimación de Paulus de que la campaña sería de corta duración, parece que Brauchitsch le respondió: «Sí, Paulus, puede que tengas razón, es probable que necesitemos seis u ocho semanas para acabar con Rusia». En contraste con sus superiores, la impresión del mariscal de campo Bock era mucho más cauta.

Operación Barbarroja, David Stahel

Reflejaba en su diario la tenaz resistencia de los defensores soviéticos, apremiada por comisarios políticos que empujaban a sus hombres a «la máxima resistencia. También observó con cierta intranquilidad que el estado de las carreteras era «indescriptible». Y lo que era más preocupante aún, Bock volvía a cuestionarse de nuevo la solidez del plan operacional, previendo que el cierre de una bolsa en Minsk no conllevaría muy probablemente el logro de un éxito decisivo. En opinión de Bock, un ataque directo del grupo panzer de Bock en dirección a Vítebsk – Polotsk ahorraría tiempo y evitaría que se concentrase una fuerza soviética organizada en la margen oriental de los grandes ríos. Como señalaba Bock:

«Temo que el enemigo haya retirado ya poderosos elementos de aquí [Minsk]. Al girar al grupo panzer hacia Minsk se perderá tiempo, tiempo que el enemigo puede utilizar para crear una nueva línea defensiva detrás de los ríos Dvina y Dniéper».

Al no lograr convencer a Halder de sus temores, Bock trató de persuadir a Brauchitsch, del que recibió un rechazo similar. Solo era el segundo día de la campaña y, lejos de ganar la libertad operacional detrás de las líneas soviéticas, como pensaba Halder, Bock estaba ya convencido de que se requeriría una penetración lo más profunda posible para aislar a la gran masa del Ejército Rojo y evitar el levantamiento de una nueva línea defensiva. La ansiedad de Bock se vería incrementada por un informe del Cuarto Ejército enviado al OKH que, según Halder, caracterizaba el panorama general: «El enemigo en el saliente de Bolostok no lucha por su vida, sino para ganar tiempo».

Entre tanto, el XXXXVII Cuerpo Panzer empezaba ya a informar de escasez de combustible entre sus elementos más avanzados…

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Felipe II y el Mito de la Armada Invencible – Antonio Luis Gómez Beltrán.

¿Qué podemos contar sobre la Armada Invencible que no se haya dicho? ¿Quién no conoce este desastre y derrota sin paliativos de las mesiánicas ideas del todopoderoso Felipe II? Si acudimos a la bibliografía histórica, donde los mayores éxitos de ventas corresponden a los «hispanistas», todo está dicho en las dos primeras líneas de esta introducción. Si buscamos en los libros de texto escolares españoles, estos nos indican, sobremanera, que en política exterior se dirimió el conflicto con Inglaterra por el apoyo a los protestantes de los Países Bajos. Felipe II intentó invadir este país con la Gran Armada, pero sus barcos naufragaron frente a las costas inglesas. En resumen: tres renglones de literatura.

Felipe II y el Mito de la Armada Invencible, AL Gómez Beltrán

Una Gran Flota formada por unas 180 naves, con galeones, naos, pinazas y navíos pequeños, llevando en sus entrañas unos 28.000 hombres, entre soldados y marineros, adoctrinados para la venganza y destrucción, partía en el año de 1589 de los puertos del sur de Inglaterra. Su destino, Santander. Su misión, arrasar la ciudad y destruir los restos de la Armada española que restañaban sus heridas del año anterior en los astilleros. Después, a Lisboa, para fomentar un pronunciamiento y rebeldía contra Felipe II y «sustituirlo» por Antonio, prior de Crato.

Pero su jefe supremo, el almirante Drake, con la connivencia de su mando en tierra, el coronel Norris, decidió alterar el rumbo y se personaron frente a la bahía de La Coruña. Ciudad amurallada defendida en su frente de mar por el castillo de San Antón, varios barcos de la Armada y por su frente de tierra unas cuantas compañías de milicias y su población: mujeres, hombres y niños. Desembarcaron, atacaron, entraron en la ciudad y fueron derrotados.

Siguiente hito: Lisboa. Descienden en Peniche, al norte de la ciudad, y en un movimiento de pinza la flota inglesa bloquea el estuario del Tajo. Ahora sí, ahora se iban a enfrentar a compañías de soldados veteranos y buques de la Armada real: las galeras. Resultado, reembarque a la desesperada, naves hundidas y apresadas por los barcos hispanos. Nueva y mayúscula derrota. Pero con esto no acaba la historia de esta Gran Flota; a su regreso una serie de temporales daría cuenta de los supervivientes. En torno a 80 barcos perdidos en combate y naufragios y unas bajas cercanas a los 20.000 muertos.

Esto tampoco está en los libros de texto, ni en los españoles ni en los ingleses. Las autoridades inglesas y su historiografía oficial, desde los primeros momentos, se encargaron de ocultar los hechos, acción suficiente sin tener que tergiversarlos para que queden en la más absoluta oscuridad. Si bien a otros se les dio pábulo, hasta el punto de interiorizarse y hacerlos como propios, y me refiero a la asunción durante más de un siglo por la historiografía hispana de la llamada «Armada Invencible».

Con unas pérdidas de más de 65 barcos y unos 20.000 fallecidos, descansa como un hecho histórico del reflejo de la sinrazón de un rey, Felipe II, que por seguir a su conciencia católica lleva a su país a una guerra por el solo hecho de cambiar la Corona inglesa y hacerla entrar en el redil del «papado». El adalid de la cristiandad en defensa de la verdad y la fe católica.

Si bien hay que reconocer que en los últimos años estos estados de opinión han dado un vuelco importante, al menos en cierto sector de investigación histórica, cuyas nuevas manifestaciones quedan a la espera de que se inculquen en el mundo académico y en la historiografía divulgativa. El I Congreso Internacional La Armada Española de 1588 y La Contra Armada Inglesa de 1589, celebrado en la ciudad de Cartagena en el año 2019, aportó un importante número de trabajos de investigación en calidad y contenido que avalan esos cambios de opinión, algo que ya había comenzado en el siglo pasado al celebrarse el cuatrocientos aniversario con la publicación del mayor «corpus documental» sobre la materia, editado por el Instituto de Historia y Cultura Naval. En ambos casos, lamentablemente, de escasa divulgación y repercusión a tenor de lo que se sigue publicando en medios de difusión en masa.

No obstante ha habido algunos hechos significativos que inducen a pensar que en el porvenir se abrirá una nueva era propia de conocimiento y opinión sobre el asunto. Dos ejemplos de esto serían, por un lado el trabajo del historiador Luis Gorrochategui Santos con la reedición de su obra de investigación «La Contra Armada. La mayor victoria de España sobre Inglaterra», y de otro el artículo «¿De dónde viene “Armada Invencible”? El origen de un nombre» del divulgador Pedro Luis Chinchilla.

La excesiva subordinación cultural a la que ha sido, y está, sometida la sociedad española, tanto en sus bases como en sus élites, proveniente de sus antaño enemigos seculares (franceses, ingleses, holandeses, etc.) ha ayudado a crear una percepción negativa de lo acontecido en el pasado por los dirigentes de la época, en especial en la dinastía de los Austrias, hasta el punto que la denominación de Armada Invencible fue un invento español del XIX y no ignominiosa calificación inglesa del XVI.

Entre muchos mitos y leyendas, que tienden a ensombrecer el pasado de lo español en un intento de decapitar su derecho a sentirse arraigado con conciencia de su historia (al objeto de que se pierda su identidad como pueblo/nación), están los sucesos desarrollados en 1588 en el ámbito de la guerra anglo-española de 1585 a 1604, que a la postre sería una victoria española. Independiente de su resultado final, lo que subyace es la mesiánica obsesión de Felipe II por reinstaurar la fe católica en el reino inglés, su pobreza intelectual al designar al duque de Medina Sidonia, un hombre que se «mareaba» sobre la cubierta de un barco, y diseñar un plan estratégico que sería un trágico resultado de su mala gestión, y todo ello bajo la delirante estrella de un pirata, Francis Drake, que le hizo modificar todo cuanto planificó con destino a la derrota histórica más encumbrada por la historiografía inglesa y lamentablemente asumida por el complejo de ser hispano.

En las páginas que siguen a este preámbulo, estimado lector, si usted no abandona y llega al final, entrará en conocimiento de hechos que le podrán hacer cambiar de un estado de opinión arraigado a una opinión fundamentada de que las cosas pueden tener otros puntos de vista más razonables.

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Operación Lightfoot – Rommel está de vuelta. Duelo en el Desierto Vol. II.

La tarde del 24 de octubre, en el aeródromo de Wiener Neustadt, Rommel subió a bordo del Heinkel 111 acondicionado especialmente como su transporte. Luego voló hasta África del Norte después de hacer una escala en Roma. Allí Cavallero volvió a prometerle más abastecimientos. También se decidió que la nueva denominación de su ejército era Deutsch-Italienische Panzerarmee, o Armata Corazzata Italo-Tedesca, una medida que intentaba limar las asperezas con los italianos a causa de los convoyes. Sin embargo, a pesar de las promesas del Comando Supremo, ningún petrolero consiguió llegar a Libia en el mes de octubre y, en el momento en que Montgomery había lanzado su ofensiva, los panzer disponían de apenas una décima parte del carburante necesario para combatir.

Duelo en el Desierto Vol. II. Antonio Muñoz

El diario de operaciones del Afrika Korps indicaba que, si no se recibían más combustible y municiones para el 26 de octubre, la situación sería de potencial catástrofe. Bayerlein calculaba que el consumo de municiones estaba a favor de los británicos en una proporción absurda de 500:1. La batalla estaba técnicamente perdida para el Eje antes incluso de haber comenzado. El Heinkel aterrizó en el aeródromo de Qasaba a las 17:30 horas del 25 de octubre. Rommel tomó una avioneta de enlace Fieseler Storch con la que se dirigió al frente. En Fuka, la oscuridad le obligó a continuar el trayecto en automóvil. Solo llegó a su puesto de mando en Burg el Arab a las 23:30 horas. En sus posiciones, castigadas por el bombardeo, el teniente Giuseppe Santaniello escribió en su diario: «Cuánta fe se tiene en ese hombre (…) ¿Por qué? Porque lo vimos pasar entre nuestras baterías en su tanque, en el fragor de la batalla. ¿No le dice eso algo a nuestros generales?»

A medianoche del 25 de octubre Rommel ordenó que la 21.a Panzer se moviera desde el sur hasta una posición de bloqueo al oeste de las brechas en los campos de minas. El objetivo de Rommel era expulsar a los británicos de las brechas y recuperar la totalidad de la línea de defensa principal.

Rommel ya había librado batallas bajo un cielo dominado por los aviones británicos. Pero las condiciones en las que su ejército debía combatir ahora eran desconocidas. El fuego de barrera británico castigaba las nuevas posiciones a las que se habían replegado los supervivientes del ataque del 23 de octubre. En ocasiones, como señala el propio Rommel, el fuego rodante de la artillería enemiga era hasta quinientas veces más intenso que el fuego de contrabatería del Eje. Los ataques de la RAF eran cada vez más efectivos y se prolongaban durante las 24 horas. De día, los cazabombarderos ligeros atacaban las columnas del Afrika Korps. Guiados por las bengalas de magnesio rojo de los Albacore, los Wellington seguían de noche. Cazas nocturnos patrullaban sobre las bases de la Luftwaffe para interceptar sus salidas. Un grupo de cazabombarderos destruyó todos los blindados del grupo de protección de Rommel…

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