La Montaña Blanca (1620). Batallas de la Guerra de los Treinta Años. William P. Guthrie

Para las 13:15 horas el grupo de Bucquoy había dejado aislado al Regimiento de Caballería de Solms, capturado al propio Solms y alcanzado la línea de la cima. Los cinco reductos adelantados habían sido arrollados con facilidad, unos por Bucquoy y otros por Tilly. A medida que los restos de Thurn y de la caballería pasaban en avalancha, los valones de Verdugo y los italianos de Spinelli marcharon contra Hohenlohe. Aquellas unidades se derrumbaron sin disparar un tiro; el Regimiento de Infantería de Kaplir y la mayor parte del 2º escalón siguieron su ejemplo. Los húsares de la retaguardia comenzaron a alejarse. En el Palacio de la Estrella, alarmado Sajonia-Weimar por la llegada de Tilly, envió a pedir ayuda a Kornis. «Ya no deseo ser alemán», dijo dramáticamente, «¡sino húngaro!». «¡Germani currunt!», informó Kornis, abandonando el campo de forma Pragmática.

Desesperada e inútilmente Anhalt y Thurn intentaron reunir a sus regimientos en desintegración. Hoffkirch fue abatido, Styrum y Pechmann, viendo como se estaban poniendo las cosas, siguieron el ejemplo de Kornis. Schlick y su puñado de moravos aguantaron firmes, pero Spinelli y Bauer los hicieron retroceder al interior del parque. Para las 13:30 horas, todo había terminado. Algunos Católicos acosaron a los rebeldes en fuga, otros arrollaron a la Infantería Real, que de forma suicida todavía mantenía la formación. El resto rodearon el Palacio de la Estrella, donde Schlick y Sajonia-Weimar trataban de improvisar una defensa. Para las 14:00 horas hasta ellos se habían rendido. Los rebeldes habían sido aplastados, la rebelión sería la siguiente en serlo.

El ejército Protestante sencillamente dejó de existir. Unos 4.000 hombres murieron o fueron capturados, y se tomaron 100 banderas y los diez cañones.

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Gettysburg y la carga de Pickett. Perspectivas históricas del arte operacional

Longstreet y Lee cabalgaron hasta una posición desde donde pudieran ver el centro enemigo. La discusión comenzó a subir de tono cuando Longstreet argumentó que un ataque frontal no tendría éxito. Cuando le preguntó cuántos hombres pretendía empeñar en el ataque, Lee replicó que 15.000. Longstreet respondió que no había 15.000 hombres vivos que pudiesen atacar con éxito a través de un área despejada seleccionada como avenida de aproximación. Además, la artillería yanqui, emplazada para entonces en Little Round Top, podía barrer toda la línea de ataque mientras esta avanzaba por campo abierto. Uno de los oficiales de estado mayor de Lee respondió que esos cañones federales podían ser silenciados. Lee se mostró inflexible y Longstreet accedió. El comandante en jefe añadió que la caballería de Stuart efectuaría un ataque de apoyo rodeando las defensas federales y atacando el centro de la retaguardia de la línea enemiga. Las instrucciones para la «carga de Pickett» habían concluido. Lee recorrió junto a Longstreet las posiciones de su ataque un par de veces durante la mañana del 3 de julio.

Quería asegurarse de que la artillería y la infantería estaban adecuadamente posicionadas y listas para asestar el golpe definitivo. Había alrededor de 172 cañones confederados en línea para llevar a cabo una preparación artillera masiva. Una vez que los cañones hubiesen desmoralizado a la infantería federal y suprimido la artillería enemiga, los 13.500 soldados de los cuerpos de Longstreet y Hill que habían sido concentrados finalmente para el ataque iniciarían la carga a través de un campo despejado de unos 1.600 metros de longitud. Poco después de las 13.00 horas abrió fuego la artillería confederada. La Carga de Pickett es probablemente el más célebre ataque de toda la guerra. Su fama provino del heroísmo mostrado por los confederados, que tuvieron que soportar el feroz fuego de artillería y mosquetería de los federales. El Ejército del Norte de Virginia hizo todo lo que Lee le pidió, pero, aunque célebre, la Carga de Pickett fue inútil.

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Gharbi 1940. Primer enfrentamiento carro contra carro. Blindados en el desierto – Robert Forczyk

Los británicos habían obtenido una clara victoria táctica en su primera acción carro contra carro en el norte de África. En la acción de Ghirba, los italianos perdieron 16 tanquetas CV-35, cuatro piezas de artillería de campaña y 13 camiones, además de lamentar más de 50 muertos y 101 prisioneros. Las unidades británicas no sufrieron ni una sola baja. A pesar de su victoria táctica, los británicos observaron varios problemas que el enfrentamiento de Ghirba puso al descubierto. En primer lugar, durante la acción se descubrió que los equipos de radio n.º 9 del 11.er de Húsares no podían comunicarse con los equipos de radio n.º 11 del 7.º de Húsares –y no sería ésta la última vez que las comunicaciones británicas se viesen comprometidas en el campo de batalla por no haber comprobado el equipo y las frecuencias antes del combate. Se comprobó que el armamento británico era bueno a corta distancia, pero ineficaz a distancias mayores.

Los carros de crucero A-9 deberían haber sido capaces de eliminar las tanquetas italianas a 600–800 metros, pero resultó imposible. La artillería italiana fue aún más ineficaz y no logró infligir daños de gravedad. Los enfrentamientos iniciales reforzaron también una mentalidad de los comandantes británicos centrada en los carros de combate, en la medida en que los destacamentos de infantería, artillería, ingenieros y contracarro no habían aportado gran cosa –los carros de combate y los vehículos blindados habían sido suficientes. Tampoco la falta de capacidad de defensa antiaérea de la 7.ª División Blindada parecía una vulnerabilidad notable, a pesar de los frecuentes ataques aéreos enemigos y de la falta de apoyo de cazas de la RAF.

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Rocroy. Batallas de la Guerra de los Treinta Años. Vol. II – William P. Guthrie

Condé también tenía a Beck en mente. Tan rápido como pudo puso a sus fuerzas en orden con el objeto de acabar con el cuadro español. La posición española de Rocroi no era tan desesperada como pudiese parecer. Los 4 tercios estaban prácticamente frescos, mientras que todos los franceses habían sufrido en mayor o menor medida el fragor de la batalla. Todavía conservaban sus 18 cañones, y el número de sus efectivos se había visto aumentado por los elementos más aguerridos de la caballería y de los batallones disueltos. Condé dio órdenes de preparar un ataque coordinado, pero no esperó a que éstas se cumpliesen. Tan pronto como estuvo improvisada la línea de ataque cayó sobre el frente español. Este grupo estaba compuesto por Picardía, La Marine, los escoceses, los 5 batallones suizos, Piedmont, Cambures y la caballería de su propia ala derecha. Tres veces que atacaron, tres veces que fueron repelidos por los bravos españoles. El anciano Fontaine, en su silla, fue herido de un disparo y murió durante el primer rechazo. Alrededor de las 09:30 horas los franceses preparaban su cuarto asalto. Esta vez todo estaba listo. Los galos habían desplazado algunos de sus cañones para apoyar el ataque de la infantería sobre el lateral occidental del cuadro (o frente).

Los españoles estaban completamente rodeados y casi sin munición; sus efectivos eran de unos 8.000 hombres. Mercader, tras asumir el mando provisional, solicitó parlamento con Condé. Por desgracia, cuando Condé se acercó cabalgando para hablar con él algunos españoles confundieron su escolta con un nuevo ataque y abrieron fuego. Condé salió ileso del trance, pero el hecho desencadenó el cuarto asalto. Los franceses, furiosos, embistieron a los españoles y los arrollaron. Poco cuartel se hubiese dado de no ser porque Condé evitó personalmente la masacre en ciernes.

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La entrada rusa en Grozni. Calle a Calle. La guerra urbana y las ciudades como elemento decisivo

Según los informes rusos, el coronel Savin condujo a sus fuerzas al interior de Grozni como si participasen en un desfile. Recorrió el bulevar Staropromyslovskoye hasta la calle Mayakovskaya y, a continuación, siguió hasta la estación de ferrocarril, en el centro de la ciudad. Todas las unidades debían establecer contacto allí y Savin llegó el primero.

El coronel informó de que no ocurría nada y que las tropas hacían cola en las taquillas para organizar sus viajes de vuelta a casa. Más tarde, sin embargo, el jefe de transmisiones de Savin informó de que había oído la frase «bienvenidos al infierno» en sus auriculares. Savin no sabía si se trataba de algún tipo de broma o de una advertencia. De repente, sin previo aviso, aparecieron unos combatientes chechenos detrás de la estación de ferrocarril y se desató el infierno. Los rusos no entendieron en un primer momento lo que sucedía. Como la situación parecía tan tranquila, habían entrado en la estación sin asegurar apenas sus vehículos ni molestarse en montar guardias. Entre tanto, las unidades móviles chechenas se habían replegado sobre el centro de la ciudad y los habían rodeado en la estación ferroviaria. Empezaron a destruir metódicamente los BMP soviéticos con RPG. Ni en sus peores sueños pudieron imaginar los rusos lo impredecible y vulnerable que se había vuelto su situación.

Según uno de los participantes, todo sucedió muy rápido, como si hubiese empezado una guerra nuclear sin que hubiese nadie a la vista. Además del fuego, los chechenos intentaron desmoralizar a los rusos interceptando las comunicaciones para transmitir amenazas por sus canales. Los rusos, por supuesto, no pensaban rendirse. Pero la munición comenzó a escasear al cabo de unas horas (no habían planeado prolongados combates en la ciudad) y empezaron a perder decenas de soldados a manos de sus adversarios.

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