
El 16 de diciembre de 1944, Hitler jugó su última carta desesperada. Lanzó una gran ofensiva en las Ardenas, el mismo escenario donde, cuatro años y medio antes, había logrado una de las mayores victorias militares de todos los tiempos. Esta vez, sin embargo, las circunstancias eran radicalmente distintas. La tropa alemana no tenía la misma calidad ni formación, la Luftwaffe no controlaba los cielos, y los suministros de combustible, munición e incluso alimentos eran dramáticamente escasos. El terreno helado y embarrado del invierno no era el mismo que el de la primavera de 1940. Los imponentes carros pesados Tiger II y Panther no se comportaban como los ágiles Panzer II y III de antaño. Además, no había maniobras de distracción que pudiesen confundir a los Aliados. Todo se centraba en un único golpe decisivo. Por su parte, su enemigo estaba bien preparado, motivado y listo para luchar hasta el final. De entre todas las unidades alemanas que participaron en la ofensiva, hubo una que acaparó la atención tanto de sus propios mandos como de sus enemigos: el Kampfgruppe Peiper.
Perteneciente a la División Leibstandarte, esta formación tenía la misión de liderar el avance por el sector norte del Sexto Ejército Panzer de las SS, abriéndose paso hasta el río Mosa. A través del seguimiento de esta unidad, es posible entender todos los obstáculos a los que se enfrentaron los alemanes en las Ardenas, convirtiéndose en el mejor ejemplo para comprender por qué fracasó la última gran ofensiva en el Frente Occidental.





























