LA DÉCIMA FLOTILLA MAS ATACA GIBRALTAR

Con los ocho hombres rana dirigiéndose hacia los contenedores estancos, Borghese sumergió el submarino hasta poner el borde superior de la torreta a flor de agua. Trabajando a unos cuatro metros de profundidad los ocho hombres del Reparto Medios de Asalto —los seis titulares y los dos reservas— sacaron los SLC de los contenedores, desconectando los cordones umbilicales que los tenían conectados a la nave madre y que servían para ventilar el compartimiento de baterías de los aparatos y mantener cargadas sus células, algo que convertía al Sciré en una sofisticadísima plataforma de lanzamiento de micro-naves de ataque, artefactos que por desgracia aún no estaban listos para la misión.

Fuera de los contenedores cada equipo inspeccionó su maiale correspondiente encontrando varias averías, sobre todo en el sistema de lastre y equilibrio. Sin poder comunicarse bajo el agua cada equipo partió cuando estuvo listo con la intención de converger, de ser posible, en la entrada del puerto de Gibraltar situado tres millas al sureste.

Della Penne, piloto del SLC nro. 3, en su viaje a través de la bahía nunca pudo evacuar el agua de los tanques de lastre interiores debido a la avería de las bombas de vaciado y/o trasiego. La única manera de mantener el maiale cerca de la superficie fue navegando a la máxima velocidad con el reóstato en la cuarta marcha. Pero la falta de equilibrio que mantenía el aparato apopado obligó al copiloto, el suboficial Bianchi, a usar el respirador desde el principio.

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CHARLIE BROWN DESCUBRE QUE EL BF 109 DE FRANZ STIGLER VUELA A APENAS UNOS METROS DEL EXTREMO DEL ALA DERECHA DE SU FORTALEZA VOLANTE

Charlie se inclinó hacia delante para comprobar sus indicadores, buscando cualquier indicio de problema en el motor número cuatro, su niño problemático. Al echar un vistazo al exterior, al motor, por la ventanilla del copiloto, Charlie vio algo que le encogió el corazón en un segundo. Un Bf 109 con un lomo verde se balanceaba en la turbulencia a un metro del extremo del ala derecha del The Pub.

Charlie cerró los ojos y meneó la cabeza, pensando que acababa de caer en un mal sueño. Pero cuando volvió a abrir sus ojos, el Bf 109 estaba todavía allí. En el morro, Doc se percató de la misma silueta oscura a través de la ventanilla de Andy. Fijó sus ojos en el Bf 109 y presenció algo increíble. El piloto alemán hacía gestos al piloto norteamericano. Charlie vio como el alemán le gesticulaba pero pensó que estaban viendo alucinaciones. En lugar de corresponderle gesticulando a su vez, Charlie se quedó mirándolo. En el morro, Doc seguía pegado a la ventanilla de Andy.Pinky subió a la cabina y se sentó en su sitio junto a Charlie. «Nos quedamos», dijo. «Los chicos han decidido por unanimidad que vas a necesitar ayuda si quieres volar esta preciosidad a casa». Pinky esperaba que Charlie sonriese u objetara. Charlie miraba a través de él. Pinky siguió la mirada fuera de la ventanilla. «Dios mío, esto es una pesadilla», exclamó Pinky. Sin pestañear, Charlie le dijo a Pinky, «nos va a destruir».

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KIEV 1941 – LA BATALLA DE HITLER POR LA SUPREMACÍA EN EL ESTE

KIEV 1941 – LA BATALLA DE HITLER POR LA SUPREMACÍA EN EL ESTE.
La bolsa se había cerrado sobre el Frente Suroeste soviético. El 19 de septiembre, un mayor soviético que no había dormido en cuatro días, reflejaba en su diario la tensión nerviosa de la situación:

«Dondequiera que miras a nuestro alrededor hay carros de combate alemanes, subfusiles o nidos de ametralladoras. Nuestra unidad se ha estado defendiendo en todas direcciones en el interior de este anillo de fuego durante cuatro días. Por la noche se puede ver claramente el cerco, silueteado por el fuego que ilumina el horizonte, que aquí y allá le da al cielo una maravillosa tonalidad rosada».

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Supervivientes de Stalingrado – En las trincheras con Krüger, del 120.º Regimiento

Los jóvenes de veinte años morían de agotamiento, y el tifus y los piojos se instalaron en nosotros. Solo los heridos tenían todavía una posibilidad de escapar de este infierno. Solo se deseaba una muerte sin dolor. Algunos se provocaban heridas con la esperanza de ser evacuados como heridos, otros saltaban de sus posiciones y se exponían hasta que eran segados por los francotiradores. Solo los que poseían nervios de acero podrían sobrevivir.

Algunos desertaron por pánico, hambre o mera desesperación. Quizá pensaban que podrían escapar de la bolsa de esta forma. Pero eran prendidos y ejecutados, o puestos a despejar campos de minas en una compañía de castigo.

Por Dios, ya no pensábamos en la victoria y nos conformábamos con sobrevivir. Hasta ahora había sido posible que el que lo necesitara podía retirarse con las cocinas de campaña, dormir toda una noche y asearse de la acumulación se suciedad de una semana de lucha. En el frío el mal olor no era tan malo aunque persistía la sensación estar como un cerdo en la cochiquera. Cambiarse de ropa interior y escribir tranquilamente una carta a casa eran actividades de gran importancia, que al menos nos hacían parecer un poco más civilizados. Luego por la tarde volvíamos con las cocinas de campaña y traíamos las últimas noticias.

Ahora totalmente sucios y hacinados vivíamos como ratas en nuestros agujeros, peor que la gente en la Edad de Piedra. Nuestra principal ocupación era intentar aplastar al piojo más grande. Tras aplastar a cien en la manga de mi casaca dejé de contarlos. Una tarde, cuando nos traían las raciones un par de rusos entraron en la trinchera y se comieron el contenido de una cazuela, se cagaron en ella y luego se fueron a sus líneas. Aparte de robar comida no hubo bajas; también esto era la guerra.

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Primera escaramuza en Salvador de Bahía y muerte del maestre de campo don Pedro de Osorio

La escaramuza duró más de una hora. Pero el dicho alférez de Vega, como soldado advertido, acudió a sus obligaciones como a todos es notorio, defendiendo el puesto que tanto importaba, aunque con artillería y mosquetería desde ventanas, puertas y tejados, no dejaron cosa en su ser.

Le mataron a dos hombres y le hirieron a tres. No desistiendo el enemigo de su intención, temiendo el maestre de campo don Pedro Osorio que se apoderasen de la iglesia y del convento, por la poca gente que tenía consigo el alférez Damián de Vega, los embistió valerosamente con la compañía del capitán don Enrique de Alagón, de su tercio, acudiendo también, como se ha dicho, la de don Pedro de Santisteban y la de don Diego Ramírez de Haro.

Socorrió la iglesia el maestre de campo, y hallándose empeñado en hacer que se retiraran los enemigos, pareciéndole que los podía degollar, los atacó con más valor que disciplina militar. El enemigo, que no deseaba otra cosa, se fue retirando con cautela e incitando la carga de los nuestros hasta que los sacó a lugar en que quedaron a descubierto de la ciudad, donde desde los caballeros y terraplenes de las murallas tenían asestada mucha artillería y la mosquetería a punto.

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