Abril de 1945 – Stigler y su Me 262 atacan a una formación de bombarderos

Franz sabía que había que dirigirse a toda velocidad contra los bombarderos, alcanzarlos por los laterales o desde abajo, ascender, dar la vuelta y repetir el ataque. Franz levantó la pestaña de metal que guardaba el gatillo del Me 262. Su pulgar enguantado descansaba sobre el botón marrón que disparaba los cuatro cañones pesados de 30 mm del morro del reactor.

Franz solía decir a sus estudiantes lo que le habían contado, que los cañones podían arrancar el ala de un B-17» con solo cinco proyectiles. Estaba listo para comprobar semejante afirmación.

Los bombarderos eran todavía diminutos y estaban muy lejos del alcance cuando Franz miró hacia arriba y vio un panorama que lo dejó boquiabierto. Desde muy alto, volando derechos contra él y sus camaradas, venía una formación de cazas plateados. Conocía la silueta –largos morros, alas rectas y colas estrechas. Había derribado a uno el mes de abril anterior. Se trataba del caza al que los alemanes llamaban «la Cruz Volante», y los norteamericanos «el Munstang». Era el P-51 y había, al menos, cien de ellos. Franz sabía que estaba en problemas. Con una calmada voz de profesor, Steinhoff comunicó por radio: «Problemas arriba».

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RASPUTITSA – KIEV 1941, La Batalla de Hitler por la Supremacía en el Este.

El problema de la Rasputitsa:

Después de que el polvo destruyera los filtros, llegaron las lluvias y la rasputitsa. Las columnas de aprovisionamiento de Guderian avanzaban, en el mejor de los casos, a 12km/h. Al margen de las averías, la circulación con marchas cortas disparó el consumo de combustible. Hasta 300 litros a los 100km para un Panzer III, antes de que el consumo se disparase aún más en las operaciones campo a través. Teniendo en cuenta el reducido número de carros que había en las divisiones panzer, mover cincuenta carros de combate 100 kilómetros requería como poco unos 15.000 litros de combustible, y para empeorar las cosas, las estimaciones sugerían que durante las operaciones campo a través, la tasa de consumo se dispararía un 100 o 200 por ciento.

Tampoco era únicamente el combustible lo que el sistema logístico del ejército no lograba proporcionar en cantidad suficiente. Se necesitaban desesperadamente aceite, neumáticos nuevos, y piezas y motores de repuesto.

Como escribió un soldado, «a pesar de los esfuerzos de nuestros ingenieros es imposible obtener piezas de repuesto, y eso que hemos buscado en una distancia de hasta cien kilómetros en la retaguardia del cuerpo y del ejército».

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La Defenestración de Praga – Inicio de la Guerra de los Treinta Años

Hoy 23 de mayo de 2018 se cumplen 400 años de la segunda defenestración de Praga, suceso que dio inicio a la Guerra de los Treinta Años. Así lo relata William P. Guthrie en la primera parte de su monumental obra Batallas de la Guerra de los Treinta Años. De la Montaña Blanca a Nordlingen, 1618-1635.

Los estados bohemios exigían la facultad para poder elegir a su rey, y se temía que la mayoría Protestante, bajo los auspicios del conde Thurn, se negara a aceptar al candidato. Esto no ocurrió; Fernando ganó con una gran mayoría de los votos. A continuación fue formalmente coronado, entregó la regencia a dos Católicos de allí y regresó a Viena.

La nueva administración se vio sometida a varias «pruebas» casi de inmediato. Algunos Luteranos fueron arrestados por intentar construir iglesias en propiedad Católica. Los Protestantes no solo exigieron que fueran puestos en libertad, sino que las iglesias en cuestión fueran protegidas. Viena se negó. En un cambio de política aparentemente casual Thurn decidió hacerse con el gobierno.

El 23 de mayo de 1618 él y sus partidarios irrumpieron en el palacio y arrojaron a los regentes por la ventana. Para un golpe de estado tan improvisado todo sucedió sin contratiempos. Los estados asumieron el completo control del gobierno. Praga fue asegurada, el Catolicismo proscrito y las propiedades reales y de la Iglesia incautadas.

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Los Katiusha y sus efectos en los soldados alemanes del Mamaev Kurgan

Curioso testimonio del soldado Goblirsch del 54.º Regimiento de la 100.ª División Jäger sobre los efectos de los Katiusha en las tropas alemanas que luchaban en los alrededores del Mamaev Kurgan en Stalingrado:

Los rusos conocían nuestros movimientos y nos convirtieron en el blanco de las salvas de sus cohetes Katiushas —llamados por nosotros «órganos de Stalin»— desplegados en la isla del Volga. Fuera de las casas el aire era siempre insalubre. Cuando estaba todo tranquilo, grandes nubes de humo colgaban sobre la ciudad: el hedor de los incendios y de la descomposición llenaba el aire. Pronto nos vimos obligados a reconocer que hasta nuestra robusta, llamativa y blanca casa fue registrada por el fuego de artillería y tuvimos que excavar un búnker de tierra a su lado.

Ahora, los órganos de Stalin ya no nos ponían nerviosos. Oíamos como eran disparados y nos deslizábamos de inmediato debajo de la tierra. El efecto de la metralla de estos cohetes no era muy grande y había muchos defectuosos.

Los rusos trataron de incrementar el efecto de la metralla soldándoles pequeños tubos de hierro en la cabeza con el objeto de que detonaran un metro antes de lo habitual. Esto provocó cierta comicidad en muchos cohetes defectuosos, clavados sin estallar sobre un palo, y dependiendo de la superficie se bamboleaban entre diez y quince centímetros por encima de suelo.

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La plaza de Breisach – Llave del Alto Rin

Por entonces Bernardo contaba con 15.960 hombres: 5.200 caballos, 6.600 infantes, 660 dragones, los 3.500 franceses de Guebriant, y 23 cañones (4 de sitio, 12 de campaña y 7 piezas ligeras). Tras dejar 7 regimientos de caballería a las órdenes de Taupadel con instrucciones de vigilar a Gotz, marchó el 15 de junio sobre Breisach a ponerle sitio.

Breisach, como se ha dicho con anterioridad, era una posición casi inexpugnable, una fortaleza sobre acantilados en la orilla oriental del Rin. Estaba defendida por Reinach, un oficial muy competente y resuelto, con 3.000 hombres y 152 piezas de artillería. A pesar de mostrar una gran agresividad en las disposiciones del sitio, el único modo seguro de rendir la plaza por hambre.

Gotz trató de interferir en el sitio dirigiéndose a Kenzingen (26 de junio), a 19 kilómetros al noreste de Breisach, y logró meter algunas provisiones en el interior de la fortaleza. A continuación, decidió que la mejor forma de desalojar a Bernardo –sin luchar- era cortar sus líneas de suministros. Con ello en mente cruzó el Rin a Alsacia y trató de apoderarse de las cosechas preparadas para Bernardo.

Por desgracia para su plan, Taupadel cruzó también el río y se convirtió en la sombra de Gotz, bloqueando de forma muy agresiva sus operaciones y acorralando destacamentos. Gotz no logró intimidar a ninguna de las guarniciones de Bernardo en Alsacia: Colmar, Schlettsatdt, y Benfeld. Por el contrario, Taupadel sacó lo mejor de sí mismo en varias acciones menores. El 9 de julio emboscó al regimiento croata de Corpes en las inmediaciones de Benfeld y capturó a su coronel, su bagaje y 7 cornetas. A pesar de una pérdida total de menos de 20 hombres, la unidad quedó rota. Poco después, 400 jinetes de Taupadel sorprendieron al Regimiento de Caballería de Harthausen en Ottenheim y lo dejaron tan maltrecho que no quedó más que una sombra de lo que había sido la unidad. Gotz tuvo que cruzar el río de vuelta (12 de julio) y retirarse a Wurtemberg para proceder a la reorganización de su deficiente ejército.

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