La Flotilla MAS en la Unión Soviética – Lago Ladoga, 1942

A mediados de mayo de 1942 cuatro lanchas torpederas MAS, las números 526, 527, 528 y 529 fueron sacadas del Mar de Liguria y llevadas a los talleres. Después de desmontarles todo lo que sobresalía del casco —incluyendo la cabina de mando— los cascos de 17 metros de largo y 4,4 de ancho fueron colocados en remolques bajos de la compañía de transportes especiales Fumagalli de Milán.

Los raids de la Décima flotilla MAS

Los cuatro tráileres tirados por cabezas tractoras Alfa Romeo 800 y OM Ursus fueron incluidos en un largo convoy con camiones cargados con el armamento, las hélices, pasamanos, bitas, cajones, astas, torpedos y repuestos. El conjunto de vehículos partió de La Spezia el 25 de mayo de 1942 rumbo a Alemania. Recorriendo carreteras normales el convoy, llamado autocolonna (columna móvil) por la Regia Marina, trepó los Alpes a través del Trentino italiano hasta llegar a Austria. Varias veces los tripulantes debieron ensanchar el camino derribando trozos de casas o edificios o descargando las lanchas para hacerlas cruzar túneles sobre troncos de árboles talados en los alrededores.

Siguiendo la ruta La Spezia-Brennero-Innsbruck-Múnich-Berlín, el 4 de junio la autocolonna alcanzó el puerto alemán de Stettin en la costa báltica de Pomerania, donde esperaban los noventa miembros de la expedición llegados en tren desde La Spezia. El comandante de la excursión militar italiana era el capitán de corbeta Giuseppe Bianchini. Embarcados hombres, lanchas y material a bordo del carguero de 4.800 toneladas Thielbeck, el grupo cruzó el Báltico hasta Helsinki. Allí las embarcaciones fueron posadas en el agua y remolcadas a través del Golfo de Finlandia hasta el puerto de Punkasalmi desde el cual, cruzando canales y recorriendo segmentos de vía férrea, se internaron tierra
adentro hasta alcanzar Lahdenpohja, la base finlandesa del extremo septentrional del lago Ladoga….

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Un veterano de la Guardia Imperial ayuda a Bourgogne pese a haber perdido las manos. Memorias del sargento Bourgogne

Me subí a un montículo de hielo, de modo que me pudiesen echar una mano sin agacharse mucho. Yo me apoyaba con la mano izquierda sobre mi mosquete y le ofrecía la otra a aquellos que, estando a mi alcance, pudieran tirar de mí sin hacer mucho esfuerzo.

Pero fue en vano. Nadie hizo el ademán; ni siquiera parecía que prestasen atención a lo que les decía. Al fin, Dios se volvió a apiadar de mí. Justo cuando la multitud de soldados se hubo detenido, vi caminar a un viejo granadero a caballo de la Guardia Imperial, con sus bigotes y barba cubiertos de pámpanos de hielo y envuelto en un gran manto blanco. Me dirigí a él con el mismo tono: «Camarada, te suplico, que al ser, como yo, de la Guardia Imperial, me eches una mano, y así salvarás mi vida».

«¿Cómo piensas que te eche una mano?», dijo, «no me queda ninguna». Ante esta respuesta casi me caigo del montón de hielo. «Sin embargo», continuó, «si puedes agarrarte a mi manto, trataré de auparte».

Entonces se agachó y agarré el manto; lo hice incluso con los dientes, y subí hasta la carretera. Por suerte, en ese momento no había presión por parte de la muchedumbre, ya que de otro modo podría haber sido pisoteado sin posibilidad de levantarme de nuevo. Cuando estuve completamente a salvo, el viejo granadero me pidió que lo sujetase firme, y lo hice, aunque con mucha dificultad, ya que el esfuerzo que acababa de hacer me había debilitado sobremanera

Poco después la muchedumbre comenzó a avanzar de nuevo. Pasamos por encima de tres caballos desplomados, cuyos carros habían caído y volcado al río. Este era el motivo que había causado el retraso en la marcha. Al fin llegamos al punto donde se ensanchaba el paso, y donde pudimos empezar a caminar con más facilidad. Apenas habíamos dado cincuenta pasos cuando el viejo brigadier me dijo: «¡Detengámonos un momento a recuperar el aliento!».

No podía estar más de acuerdo. Luego me dijo: «Acabo de prestarte un servicio —sí, y uno muy grande, me salvó la vida— no hablemos de eso», continuó, «te dije que no tenía manos, lo que quería decir es que no tenía dedos, se me han caído todos. Ahora tendrás que prestarme un servicio tú a mí. Llevo teniendo durante algún tiempo una necesidad natural que no he podido satisfacer por no tener quién me ayudase». Le dije, «te comprendo compañero, ¡encantado de poder devolverte el favor!». Con la mano que me quedaba, logré bajarle sin dificultad los pantalones. Una vez hubo terminado quise subírselos de nuevo, pero me fue imposible; y de no ser por un tercero que se compadeció de nuestra situación y que completó lo que yo había comenzado, no lo hubiese logrado.

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Un Kampfgruppe panzer toma dos puentes vitales en Polonia (agosto de 1944)

A continuación, el comandante del kampfgruppe ordenó a Zobel que pusiese en práctica el plan de ataque tal y como se había instruido. Zobel aguardó la llegada de la vanguardia a las afueras occidentales de la Villa X.

Cuando la columna hizo acto de presencia a las 01:45 horas, Zobel asumió el mando y reorganizó la marcha con la 1.ª Sección Panzer en cabeza, seguida de la sección de plana mayor, las 2.ª y 3.ª Secciones Panzer, la sección de granaderos panzer, elementos con vehículos de ruedas y la 4.ª Sección Panzer. Un guía del 188.º Regimiento de Infantería fue en el carro de combate de cabeza de la 1.ª Sección Panzer hasta que llegó al área de puestos avanzados al otro lado del río A.

La columna llegó a dicha zona de puestos a las 02:30 horas. El centinela informó de que no había observado ninguna actividad soviética durante la noche. Zobel se puso en contacto por radio con el comandante del kampfgruppe y le comunicó que entraba en acción. Con el propósito de lograr un mejor campo de visión y observación, los carros de combate marcharon con las escotillas abiertas. Los jefes de carro iban erguidos, con los torsos emergiendo de las cúpulas, en contacto en todo momento a través de sus auriculares.

El resto de aberturas de los carros iban cerradas. Los tiradores y los cargadores se hallaban listos para abrir fuego al menor indicio. Previendo un encuentro con carros de combate soviéticos, los cañones iba cargados con proyectiles perforantes. A las 03:45 horas, la vanguardia llegó a un área boscosa en la que debía detenerse a repostar. Los carros de combate formaron dos filas, una a cada lado de la carretera, mientras los granaderos panzer formaban un perímetro seguro hacia el este y el oeste de la columna.

Se apostaron centinelas a intervalos de 50 metros en el bosque al norte y al sur de la carretera. Llegaron los camiones cargados con latas de gasolina y pasaron entre las dos filas de blindados, deteniéndose un camión ante cada par de carros para descargar las latas llenas y cargar las vacías para su viaje de regreso. Los cargadores de los carros ayudaron a los conductores a repostar y comprobar los vehículos.

Los tiradores comprobaron sus cañones mientras los operadores de radio servían un poco de café a su tripulación. Zobel dio a los jefes de sección y a los comandantes de carro unas últimas instrucciones y pidió a uno de los conductores de camión que llevase un mensaje en mano sobre el progreso de la operación al comandante del kampfgruppe, situado en…

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Victoria española decisiva en Orbetello (1646) – El león contra la jauría Vol. II

Ante el estancamiento en Cataluña, en Francia se ideó abrir un nuevo frente de lucha en un lugar inesperado, que proporcionara un éxito rotundo y a poca costa, que levantara su moral y hundiera la de sus enemigos.

El León contra la jauría Vol.II

El objetivo fijado eran los «presidios» españoles en la costa italiana de Toscana, y para ello se preparó una gran expedición: La flota, al mando nuevamente de Brezé, zarpó de Tolón el 26 de abril de 1646, con el vicealmirante Daugnon y el jefe de escuadra Montigny como mandos subordinados. Constaba de 16 buques de combate, 4 urcas, 8 brulotes, 20 galeras y nada menos que 68 buques menores (tartanas, polacras y demás) para transportar el cuerpo de desembarco, de unos 5.000 infantes y 500 jinetes al mando del príncipe Tomás de Saboya, que no mucho antes era general al servicio de Felipe IV. Por supuesto con el correspondiente tren de asedio, municiones y provisiones de toda índole.

El 9 de mayo fondeaban frente a su objetivo, tomando rápidamente los pequeños fortines de Santo Stefano y de Telamón, con menos de 100 defensores, pero resistiendo el mayor de Orbetello, pese a no disponer sino de 200 defensores. Hubo que desembarcar la artillería y el material de asedio, cosa que se efectuó el 14 de mayo, pero los trabajos avanzaron lentamente, provocando las iras del impaciente Mazarino.

La plaza la defendían los 200 soldados españoles e italianos mencionados, al mando de un gran capitán de Nápoles, D. Carlos de la Gatta, quien recibió algún socorro urgente enviado por el virrey de Nápoles, conducido audazmente nada menos que por un Bazán, el nieto del gran D. Álvaro, en sus galeras. Pero el 21 quedó circunvalada por entero la plaza y tales auxilios ya eran imposibles.

En España la noticia del ataque llegó pronto, organizándose a toda prisa una armada de socorro, reuniéndose una flota de 22 veleros, entre galeones, urcas y fragatas, mas cuatro brulotes y unas 30 galeras, entre las de las escuadras de España, Nápoles, Sicilia, Cerdeña y Génova. Correspondió el mando supremo al Conde de Linares, por ser el Capitán General de ellas y tener lugar la campaña en el Mediterráneo.

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Cómo detener a los carros T-34 – un problema en las líneas alemanas. Moscú 1941

No solo perjudicaba el estado de las tropas alemanas a su capacidad y voluntad de atacar, sino que también las hacía mucho menos fiables a la defensiva contra los contraataques locales soviéticos. Y lo más preocupante de todo era el efecto de los T-34 soviéticos, que mostraban una notable capacidad para mantener su velocidad en el hielo y en la nieve.

Mantener la línea contra estas formidables máquinas había sido siempre un desafío para la infantería alemana, pero en los estadios finales de la ofensiva hacia Moscú había muy pocos cañones contracarro en primera línea (en parte como resultado de las pérdidas y en parte porque el avance continuaba a expensas de no llevar al frente equipo pesado). Con la moral alemana tan baja, el resultado fue que el «pánico a los carros de combate» se convirtió en una de las mayores amenazas para las unidades debilitadas y pobremente equipadas.

Se sabía que el cañón contracarro de 37 mm estándar era inefectivo a menos que tuviese la fortuna de alcanzar puntos débiles tales como el lugar del mantelete donde se fijaba la ametralladora. Las soluciones más comúnmente discutidas fueron emplear el poderoso cañón antiaéreo de 88 mm en el rol de defensa terrestre o traer los cañones pesados K18 de 100 mm de la sección de artillería. Sin embargo, su número era muy reducido (622 cañones de 88 mm y 300 cañones de 100 mm al inicio de la Operación Barbarroja) y ambos eran voluminosos, pesados y presentaban un gran perfil.

Esto significaba que llevaba mucho tiempo traer estos cañones al frente y construir emplazamientos para ellos, que solo funcionaban si la ubicación del ataque soviético podía preverse con antelación. Emplear un cañón de 88 mm sin poder atrincherarlo primero, como sucedió tantas veces una vez que se congeló el suelo, exponía a su dotación y al propio cañón a un riesgo mucho más alto debido a que el perfil (y por tanto el blanco) era muy alto…

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