El modo prusiano de hacer la guerra

Ese es el verdadero código genético del modo alemán de hacer la guerra. La movilidad, la obsesión por los flancos y la retaguardia, la agresividad innata y desmedida, la Auftragstaktik y otros muchos elementos que caracterizaron a los ejércitos alemanes desde la época del Gran Elector a Hitler.
A lo largo de las páginas de EL MODO ALEMÁN DE HACER LA GUERRA, Robert M. Citino nos sumerge en el análisis de grandes batallas de la tradición germano-prusiana como Fehrbellin, Mollwitz, Hohenfriedeberg, Rossbach, Leuthen, Zorndorf, Jena, Eylau, Leipzig, Waterloo, Koniggratz, Mars-la-Tour, Saint Private, el Marne, Tannenberg, Lodz, y campañas como el Plan Blanco (Polonia), el Plan Amarillo (Francia) y la Operación Barbarroja.

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Prusia y la tradición prusiana en el modo alemán de hacer la guerra

Robert M. Citino se centra en la guerra a nivel operacional para demostrar un continuo en las campañas militares alemanas desde los tiempos del Gran Elector Federico Guillermo, y su extraordinaria «marcha en trineo» contra los suecos, hasta la época de Adolf Hitler y la blitzkrieg.
Al mismo tiempo, destaca el papel jugado por el ejército prusiano a la hora de elevar a un pequeño y vulnerable estado al rango de potencia, temida y respetada en toda Europa. A ello contribuyeron grandes figuras intelectuales y guerreras de la talla de Schwerin, Derfflinger, Seydlitz, Scharnhorst, Gneisenau, Blücher, Clausewitz, Moltke, Schlieffen, Hindenburg, Seeckt, Guderian o Manstein.

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EL MODO ALEMÁN DE HACER LA GUERRA – ROBERT M. CITINO

Para Federico el Grande de Prusia, la receta de la guerra era simple: kurz und vives (breve y enérgica), —guerras que se llevaban a cabo con operaciones militares rápidas, contundentes y decisivas. Robert Citino nos acompaña en un apasionante recorrido a través de la historia militar prusiana y alemana con el objeto de mostrarnos cómo esas ideas principales se reprodujeron una y otra vez en las guerras napoleónicas, la guerra con Austria de 1866, la Guerra Franco-Prusiana y las dos guerras mundiales.

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La zanja anticarro y el desastre soviético en Prokhorovka – Kursk 1943

Las dos brigadas, con 130 carros de combate en total, se reunieron en la Cota 252.2 y se lanzaron a toda velocidad sobre las posiciones de vanguardia del 2.º Regimiento de Granaderos Panzer de la Leibstandarte Adolf Hitler. Detrás de la elevación, y aún fuera de la vista de los atacantes, estaba descansando el batallón panzer de la Leibstandarte.

Los granaderos panzer alemanes lanzaron bengalas de color violeta para alertar a los blindados, la señal convenida para indicar Panzerwarnung o «peligro de ataque de carros». Sin tener ni idea del alcance de la masa de carros de combate con la que se iba a encontrar, el Obersturmführer von Ribbentrop se desplazó a la cota con siete Panzer IV con el objeto de detener a los carros de combate soviéticos […]

[…] Los blindados de las 32.ª y 31.ª Brigadas de Tanques bajaban la ladera suroeste de la Cota 252.2 a toda velocidad con el propósito de embestir a las formaciones panzer alemanas. Fue en aquellos precisos momentos cuando su propia zanja anticarro se convirtió en su ruina: algunos carros cayeron directamente al foso por no haber sido divisado por sus comandantes. Otros intentaron «saltarlo» a toda velocidad.

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Castelnuovo (1539) – Las inconveniencias de provocar a los españoles

Barbarroja plantó su tienda en lo más alto y visible del real, izando a su lado el estandarte del sultán. Ulamen debía batir desde su plataforma la cara norte de Castelnuovo mientras que el almirante turco lo haría con otras dos desde la parte oriental.

Desde el mar Salac debía bombardear sin descanso de la mañana a la tarde la fortaleza de la marina con tandas sucesivas de diez galeras, montando algunas de ellas hasta 2 y 3 cañones gruesos. Antes de que comenzaran los cañones a batir la plaza mostraron los jenízaros mucho deseo de medirse con los españoles, provocándolos a salir y entablar combate con ellos.

Orgullosos y presuntuosos, agitando cimitarras y arcabuces, les gritaban a los soldados españoles que estaban en las murallas «que un español bastaba para dos soldados turcos, y un jenízaro para dos españoles». Aceptando la lucha y furiosos por la afrenta salieron en tromba por la puerta de la plaza 800 españoles, la mitad arcabuceros, y fue tal la escabechina que mataron a mil jenízaros e hirieron a otros tantos, obligando a los demás a retirarse y meterse literalmente en el mar, por no poder retroceder hasta el campamento.

Este revés tan precoz y tan fuera de lugar provocó la ira de Barbarroja, pues suponía una pérdida de reputación de las armas turcas antes de comenzar si quiera el sitio, además de un golpe moral para el resto de tropas y una preciosa pérdida de efectivos de las unidades más veteranas del ejército turco, de las que se esperaba que marcasen la diferencia en el momento decisivo de tomar la plaza. Visto lo poco provechoso de entrar en combate cuerpo a cuerpo con los españoles, el almirante otomano prohibió las escaramuzas.

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