Las tropas soviéticas tratan de romper desesperadamente el cerco de Viaz’ma – Operación Tifón

Al norte, el Tercer Grupo Panzer de Reinhardt se retiraba del frente del cerco, relevado por elementos del Noveno Ejército de Strauss.

Para la tarde del 11 de octubre, la 6.ª División Panzer de Landgraf avanzaba hacia el noreste, dejando únicamente a la 7.ª División Panzer de Funck para que continuase la defensa de la línea contra lo que Reinhardt había descrito como «fuertes intentos de ruptura soviéticos». De hecho, la elevada cantidad de bajas de las batallas anteriores complicaron estas últimas, porque no se estaba produciendo un reemplazo de las pérdidas. Se disolvían las secciones y se refundían las compañías con el objeto de llevar a las unidades a su plenitud de efectivos, pero el frente no reducía su tamaño, lo que significaba que las unidades tenían que lidiar con sectores desproporcionadamente largos.

En una ocasión, dos secciones recibieron órdenes de defender un sector de tres kilómetros y medio de anchura, con el resultado de que al menos una posición con 40 defensores fue arrollada resultando todos muertos. En ese mismo tiempo, en otro sector del frente, las fuerzas soviéticas fueron presa de un mortífero fuego que les infligió pérdidas terroríficas. Un teniente alemán del 7.º Regimiento de Granaderos describió el ataque contra su línea:

«Las primeras ráfagas causaron pérdidas enormes en hombres y material. Su ataque era absolutamente increíble. Columnas enteras en movimiento con artillería, columnas de caballos y camiones entre ellos, saliendo de los bosques que había detrás [de la población] de Shekulina. Sin desviarse, vinieron directamente hacia nosotros. ¡Qué blancos presentaban para nuestros observadores adelantados de artillería! Éstos enviaron andanadas de artillería, sin pausa, una detrás de otra, sobre las hordas enemigas. Causaron una destrucción absolutamente increíble».

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El ataque del 71 Regimiento de Highlanders escoceses contra la Barranca

La mañana del 26 de junio envió en condiciones de franca inferioridad al coronel Pedro de Arce, con tres cañones y 600 hombres mal armados, a defender la Barranca que cae a la playa donde Beresford, tras recoger el campamento, se apresta al combate.

El general británico envía sus tropas a trepar y tomar la Barranca a la bayoneta, en primera línea los Highlanders, a unos cien metros por detrás, para evitar posibles ataques de flanco de la caballería española, avanza en segunda línea el Batallón de Santa Elena y la infantería de Marina. Los cañones de Pedro Arce no hacen mucho daño y cuando los Highlanders llegan a lo alto de la Barranca y cargan, los españoles apenas van a ofrecer resistencia y huyen abandonando los cañones en lo que sólo fue una farsa de batalla en la que no hubo bajas. Gillespie:

El 26 al alba todos los efectivos estaban alistados después de una noche de copiosa lluvia que dañó unos pocos fusiles. La luz del día nos mostró el pueblito de La Reducción como a dos millas a nuestra izquierda, una masa de hombres a pie y a caballo… Nuestras tropas se formaron en dos columnas, y después de avanzar 800 yardas, se desplegaron en orden de batalla. El regimiento 71 cubría la derecha; el batallón de marina formaba un poco más tras del 71 a la izquierda; y el cuerpo de Santa Elena 200 pasos atrás, constituía la reserva.

Un avance instantáneo nos llevó al bañado, y el enemigo, viendo enredado uno de nuestros cañones y nuestros hombres inevitablemente comprometidos en liberarlo, abrió fuego en dirección oblicua a la derecha. El 71, sin embargo, no desanimado por los obstáculos, los superó ruidosamente y pronto se lanzó a la carga, mientras los marinos se ocultaban rápidamente en su retaguardia…

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Ofensiva de L’vov-Sandomir, la daga al costado de Polonia

Al igual que en Bielorrusia, la apertura del telón y el comienzo del primer acto consistió en un reconocimiento de batalla. En fecha tan temprana como el 10 de julio había indicadores de que los alemanes pretendían efectuar un repliegue limitado desde la primera a la segunda posición, que debía llevarse a cabo en el último minuto antes del comienzo del ataque con el objeto de asegurar que el grueso de la preparación artillera cayese sobre trincheras vacías.

Por tanto, Konev inició acciones de combate a partir de las 22:00 horas del 12 de julio, veinticuatro horas antes del calendario previsto, enviando destacamentos de reconocimiento a los que seguirían cinco horas más tarde batallones avanzados de cada división del primer escalón. En el sector norte obtuvieron algún éxito los grupos de choque del 3.er Ejército de la Guardia y del 13.er Ejército. La única división de infantería que se enfrentaba a seis soviéticas fue sorprendida mientras se retiraba a su segunda posición, parte del plan alemán para escapar de la preparación artillera y sorprender con el pie cambiado a los atacantes.

A últimas horas del 13 de julio, el primer escalón se había unido a la batalla, y se habían conseguido algunos avances de entre 8 y 15 kilómetros en el sector del 3er Ejército de la Guardia, penetrando hasta la profundidad de la primera zona de defensa. Sin embargo, los alemanes contaban con poderosas reservas, y las 16.ª y 17.ª Divisiones Panzer detuvieron el avance en la segunda zona de defensa. Un ataque apresuradamente preparado el 14 de julio no consiguió avances significativos. La preparación artillera no logró neutralizar a los defensores, ya que los cañones no dispusieron de tiempo suficiente para estudiar y registrar nuevos planes de fuego, y la inteligencia sobre el despliegue enemigo era, en cualquier caso, vaga e incompleta.

Incluso el empeño del destacamento avanzado del ejército de tanques con el propósito de reforzar los esfuerzos del único cuerpo de fusileros exitoso no se tradujo más que en un avance total de apenas 8 kilómetros.
El 15 de julio se preparó con detalle un ataque tras el que debían pasar a la ofensiva los segundos escalones tácticos siguiendo los pasos de una preparación artillera y aérea mejor planeada, de una hora de duración, que contó con una densidad de 200 cañones y morteros por kilómetro.

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El raid de Alejandría – El Scire supera un campo de minas antes de soltar los Maiale

En las aguas circundantes a Alejandría la Royal Navy había extendido tres campos lineales de minas, cada uno de 20 millas de largo por 6, situados de tal manera que los buques debían seguir un difícil rumbo zigzagueante.


Las minas no solo estaban desplegadas cerca de la superficie, sino en varias profundidades unidas entre sí por cables de acero. En la práctica eran tres gigantescas telas de araña explosivas diseñadas para atrapar cualquier cosa que navegara sobre o por debajo de las olas. Aunque la inteligencia italiana conocía la posición aproximada de los campos, no pudo descubrir la ubicación específica de cada una de las bombas submarinas. Por esa razón Borghese decidió entrar en la zona minada rozando el fondo, situado a 17 metros de profundidad, suponiendo que allí habría menos trampas.

Navegando de oído el comandante movió el Sciré como una cauta rana, dando pequeños saltos a muy baja velocidad. En uno de esos brincos los marineros del cuarto de torpedos de proa avisaron que algo rozaba el casco: el cable de una mina. Con hielo en las venas y dando solo unas pocas vueltas a la hélice Borghese hizo avanzar lentamente el submarino. Tensos a más no poder los tripulantes escucharon como poco a poco el ruido se desplazó cada vez más a popa, hasta desaparecer por completo. Solo un milagro hizo que el cable no se enganchara alguna protuberancia del casco y activara la mina.


Repitiendo los saltos el hábil Borghese se desembarazó del peligroso cepo y a las 18:30 horas situó al Sciré en el punto exigido por el plan de ataque: a 1,3 millas en marcación 356 del faro del muelle occidental de la bahía comercial del puerto. Con su submarino posado a 15 metros de profundidad y mientras esperaba a que se hiciera de noche, Borghese asignó los blancos: el equipo De La Penne-Bianchi atacaría el Valiant. Marceglia/Schergat el Queen Elizabeth y Martolotta/Marino un gran petrolero en caso de no haber ningún portaaviones. Acto seguido los buceadores templaron cuerpo, mente y espíritu. Pero durante esas horas de espera no todo fue preparación espiritual guerrera, también celebraron un acontecimiento importante para la reducida familia de la Xª Flottiglia MAS.

Junto al mensaje que indicaba la presencia de acorazados en Alejandría llegó otra noticia: Bianchi se había convertido en padre de una niña. Por lo visto los amoríos de los miembros de la Xª no eran tan secretos como parecía….

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Ejército Rojo: El renacer del fénix

El primer periodo de la guerra fue catastrófico para el Ejército Rojo.39 La faceta menos importante del desastre fue la enorme pérdida de equipo.

Al comienzo, los soviéticos desplegaban 9,330.000 armas ligeras, y adquirieron otras 8,130.000 en el primer periodo; 22.600 carros de combate, y recibieron 33.600 adicionales; 112.800 piezas de campaña y morteros, y adquirieron otros 346.100 (más 4.300 lanzaderas múltiples de cohetes); y 20.000 aviones, a los que se añadieron 31.900 más. Para noviembre de 1942, una alta proporción había resultado destruida o capturada: más de 7,000.000 de armas ligeras, 25.000 carros de combate, 123.000 cañones y morteros (más 700 lanzaderas de cohetes múltiples), y 12.000 aviones de combate.40 Claramente, a pesar del territorio conquistado y el trastorno causado por el enemigo, la industria soviética hizo un trabajo espléndido en el reemplazo de las pérdidas. Además, se produjo una mejora cualitativa generalizada en el equipo a medida que diseños más modernos fueron sustituyendo a los modelos obsoletos de preguerra.


Mucho más seria fue la situación del capital humano. El 22 de junio de 1941 el Ejército Rojo contaba con alrededor de 5,165.000 hombres, de los que 2,700.000 se hallaban encuadrados en frentes operativos.41 Para el 11 de septiembre, las cifras eran de 7,400.000 y 3,463.000 respectivamente. Este incremento se consiguió a pesar de la pérdida de 2,800.000 hombres, más del 75 por ciento de ellas irrecuperables (muertos, fallecidos de sus heridas, desaparecidos en combate, prisioneros de guerra, etc.). El 1 de noviembre de 1942, hacia el final del primer periodo de la guerra, el ejército contaba con 9,300.000 hombres listos para el servicio; de éstos, 6,124.000 se hallaban encuadrados en frentes operativos. Durante el primer periodo había perdido 11,843.098, de los que 6,395.889 eran pérdidas definitivas; el 40 por ciento de las mismas se produjeron en los primeros seis meses.

El segundo periodo no fue mucho mejor, con otras 7,857.503 bajas, aunque la proporción de pérdidas definitivas cayó al 41 por ciento del total, al no capturar ya los alemanes grandes masas de prisioneros en sus intentos de embolsamiento. Incluso estas pocas cifras muestran que, frente a las asombrosas bajas, los soviéticos no solo mantenían su fuerza de combate en acción sino que incluso la incrementaron. De hecho, en el transcurso del segundo y tercer periodos, mantuvieron las fuerzas de los frentes operativos en cifras comprendidas entre 6,1 millones y 6,9 millones de hombres, a pesar de continuar sufriendo altas tasas de bajas (6,878.641 en 1944, 1,763.891 de ellas irrecuperables).

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