Lucha final en los alrededores de Caen. Granaderos de Kurt Panzer Meyer

Unos cincuenta granaderos panzer se habían refugiado en algunas trincheras abandonadas y en refugios a prueba de bombas dejados por los antiguos defensores del aeródromo. Estos cincuenta eran lo supervivientes del I batallón del 26 Regimiento. El resto del batallón había ocupado el extremo exterior del aeródromo. Los efectivos de esta posición ascendían a un total de entre 150 y 200 soldados.

Los defensores de Carpiquet ya no disponían de ningún arma con la que destruir carros de combate. Los cañones contracarro de este batallón habían sido destruidos unos pocos días antes. No obstante se habían tendido campos de minas en su frente. Los granaderos panzer conocían su cometido. El jefe de sección y sus soldados debían retirarse combatiendo en una acción dilatoria hacia las afueras de la parte oriental de Carpiquet y atraer a los atacantes canadienses para que se introdujeran en la villa. Se habían emboscado cañones de 88 mm al este de Carpiquet. Además, las afueras de la población estaban enfiladas por los campos de tiro de carros de combate adecuadamente posicionados.

Como resultado de los combates anteriores ya no era posible reforzar a los efectivos de infantería en este sector. La única opción para la defensa era la concentración de todas las armas pesadas. Nuestra artillería y los morteros se encontraban ya apuntando sobre la villa. Tras mi llegada al puesto de mando de la división se me informó de una animada actividad de radio por parte canadiense. Su evaluación llevó a la conclusión de que las fuerzas enemigas estaban concentradas en Norrey y St. Manvieu. Dicha actividad se incrementó de manera significativa el 3 de julio.

Para aprovecharnos de la posibilidad de desbaratar los preparativos de las unidades atacantes e infligir, cuando menos, graves daños a un enemigo que estaría presumiblemente reunido en un espacio muy reducido, se dirigió contra dicho espacio el fuego concentrado de la artillería a las 06:00 horas. Logramos alcanzar sus áreas de concentración, obteniendo buenos efectos.

Mientras los cohetes sobrevolaban el aeródromo dejando sus largas y furiosas estelas detrás de ellos, me subí a lo alto de los escombros de los edificios del aeródromo en busca de Bernhard Krause. Bernhard había escogido un refugio a prueba de bombas para establecer su puesto de mando. Desde allí podía observar el aeródromo y Carpiquet.

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Napoleón en Waterloo, 204º Aniversario. Memorias del capitán Coignet

Llegó un oficial procedente de nuestra ala derecha. Le dijo al emperador que nuestros soldados se batían en retirada. «Estás equivocado», dijo él, «es Grouchy que viene». Entonces partió de inmediato en esa dirección para asegurarse del suceso.

El oficial regresó y confirmó que una columna prusiana avanzaba rápidamente sobre nosotros y que nuestros soldados se batían en retirada. No había manera de sostenerse. El emperador tomó medidas. Mediante una maniobra del ejército hacia la derecha se pudo rechazar a esta columna. Pero entonces llegó un ejército a cuyo frente iba el general Blucher, mientras Grouchy lo buscaba en el lado opuesto. El centro de nuestro ejército había quedado debilitado por esta maniobra.

Eso le dio un respiro a los ingleses, ya que no podíamos enviar refuerzos a Ney, que según nos dijeron los oficiales, estaba en peligro de muerte. El ejército prusiano había logrado ponerse en línea, se había completado la maniobra de unión de los coaligados. Se podían contar dos o tres contra uno, no había manera de sostenerse. El emperador, abrumado, llamó a su guardia y la hizo marchar hacia delante hasta el centro de su ejército en columnas cerradas. Seguido de todo su estado mayor, formó los batallones en cuadros.

Tras haber finalizado esta maniobra, espoleó su caballo hacia delante con el objeto de entrar en el cuadro mandado por Cambronne; pero todos sus generales lo rodeaban. «¿Qué estás haciendo?», le gritaron. «¿No es suficiente para ellos haber obtenido la victoria?». Su designio era conseguir que le matasen. ¿Por qué no le dejaron que lo cumpliese? Le hubiesen ahorrado muchos sufrimientos y, al menos, todos hubiésemos muerto a su lado….

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La batalla de Inglaterra. Dogfight – Historias épicas del combate aéreo

«Después de cruzar la costa los cazas británicos llegaron desde gran altura, volando muy rápido. Atravesaron los He 111 situados delante y debajo de nosotros para atacar la retaguardia de la formación.

Durante el picado algunos de los Spitfire se separaron de los otros. Dando gas a fondo, mi escuadrilla pudo acercarse a estos y situarse en posición de ataque. Disparé una larga ráfaga y se desprendieron piezas del fuselaje y alas del Spitfire. El piloto abrió la cúpula corredera y saltó de la cabina. Como me acercaba muy rápido, me aparté a la izquierda del Spitfire y vi abrirse su paracaídas».

El Spitfire al que alcanzó Losigkeit era probablemente el pilotado por el alférez Bob Holland del escuadrón Nº 92, quien sufrió heridas leves al aterrizar.

«Nuestro escuadrón volaba en cuatro vic de tres, en formación escalonada hacia abajo. Los bombarderos volaban en formación escalonada hacia arriba. En un ataque frontal, se suponía que cada vic debía pasar por encima del avión al que atacaban e inmediatamente por debajo del bombardero que le seguía. Para hacer esto tenía que haber un espacio adecuado entre los vic de nuestro escuadrón. Mi vic se había adelantado demasiado por lo que si hubiera roto hacia arriba habría chocado con un Hurricane del vic que encabezaba nuestra formación».

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Coignet narra la muerte del mariscal Lannes en la batalla de Aspern-Essling

Sufrimos fuertes pérdidas. Tuvimos que poner a la guardia en una sola fila para poder mantener la línea frente al enemigo. Tan pronto como se hizo este movimiento, unos granaderos trajeron una camilla a nuestra izquierda y depositaron su preciosa carga en nuestro centro.

Memorias del capitán Coignet

Desde la copa del pino, el emperador reconoció a su favorito, abandonó su puesto de observación y se apresuró a recibir las últimas palabras del mariscal Lannes, que había resultado mortalmente herido a la cabeza de su cuerpo. El emperador hincó una rodilla en el suelo, lo cogió entre sus brazos e hizo que lo llevasen a la isla; pero no sobrevivió a la amputación. Así llegó a su fin la carrera de este gran general. Todos estábamos llenos de consternación por nuestra gran pérdida.

Todavía nos quedaba el mariscal Bessières, que había desmontado de su caballo y se había unido al resto. Salió de las filas y se puso frente a nosotros. El cañoneo continuaba. Uno de nuestros oficiales fue alcanzado por una bala de cañón que le amputó la pierna y el general concedió permiso para que dos granaderos lo evacuasen a la isla. Lo tumbaron entre dos mosquetes y se lo llevaron, pero no habían dado más de cuatrocientos pasos cuando otra bala de cañón mató a los tres hombres….

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Ataque paracaidista japonés a las refinerías petrolíferas de Pladjoe, Sumatra en 1942. Sky Men.

Las refinerías petrolíferas de Pladjoe, al este de la ciudad de Palembang y Seongai Gerang en el río Moesi al sureste de Sumatra, estaban todavía parcialmente cubiertas por el humo causado por un bombardeo japonés a gran altura. A las 1830 del 14 de febrero de 1942 las primeras oleadas de aviones de transporte se aproximaron. Al principio había poco de lo que alarmarse mientras los 70 Lockheed Hudson con convincentes marcas de la RAF aparecían a la vista, hasta que comenzaron a saltar paracaidistas. Unos 350 japoneses se lanzaron en cada oleada a ambos lados del río Moesi al tiempo que se desencadenaba una tormenta de fuego antiaéreo.

Los aviones alcanzados comenzaron a soltar humo durante la pasada a unos 183 metros de altitud. Parecía que entre siete y nueve hombres habían saltado de cada uno. Mientras los aviones tocados se estrellaban, el resto comenzó a ganar altura para evitar las concentraciones de ráfagas de la flak que tenían enfrente. Muchos de los pilotos no habían estado nunca bajo el fuego y el lanzamiento se fue dispersando de manera creciente a medida que los paracaidistas japoneses, tocando tierra bajo el fuego, se fueron reuniendo laboriosamente en grupos.

Dos aviones estaban lanzando contenedores y equipo pesado y uno de ellos entró en barrena, otro más del total de 16 que fueron derribados. Esa noche la lucha fue confusa y no concluyente. Los paracaidistas que cayeron dentro de la refinería de Pladjoe fueron aniquilados por los defensores holandeses, y otros que descendieron a lo largo de la valla que rodeaba la refinería de Soengai Gerang fueron eliminados al llegar a tierra. Explosiones sordas iluminadas por grandes bolas de fuego comenzaron a surgir dentro de las refinerías después de que comenzara su demolición.

Más paracaidistas cayeron a las 1000 y a las  1400 del día siguiente cerca del aeródromo, que fue pronto ocupado, anticipando la llegada del contingente naval japonés que capturó la ciudad de Palembang. Todo había acabado, pero las refinerías de petróleo estaban incendiadas.

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