El raid de la armada española al puerto de Burdeos (1653) – El león contra la jauría Vol. II

«Llevaba la vanguardia el Sr. D. Melchor de la Cueva y el Sr. Duque de Veragua embistió por la parte del dicho caño y el Sr. D. Francisco de Meneses por la parte de abajo, y todos a un mismo tiempo embistieron al enemigo con el valor de sus personas y generosa sangre. Viendo pues los franceses que nuestra gente les pretendía tomar el patio por todas partes, trató de huir desamparando las galeras y demás bajeles y asimismo la villa de Mortagne, que es muy fuerte y donde el enemigo se pudo portificar y hacernos notable daño, porque está en un lugar eminente y es muy agria la subida.

En fin, los nuestros fueron siguiendo a los franceses hasta embolsarlos en las montañas circunvecinas y no se pasó más adelante porque el Sr. Príncipe de Marsi mandó detener la gente y que se hiciese alto, reparando en que los enemigos nos podían hacer algún daño en lo estrecho de los montes. En fin se hizo alto por tiempo de seis horas, por haberlo ordenado así el Sr. Príncipe de Marsi y lo pudo mandar como Capitán General que es todo lo que nuestra gente fuere obrando en tierra».

«En este tiempo no se descuidaba el Sr. Marqués de Santa Cruz por la parte de la ría, pues cogió las dichas tres galeras y siete bergantines que los enemigos tenían en la boca del caño, y las incorporó a nuestra Armada, y quemó más de 30 navíos, saetías, barcos longos y otras embarcaciones menores que estaban dentro del dicho caño, las cuales no se pudieron sacar por estar baja la mar y ser ya muy tarde».
La recuperación española (1646-1653) 79

Y se anotaba: «Las tres galeras y siete bergantines (en la época galeras pequeñas) que se le han tomado al enemigo nos han de ser de grandísima importancia por haber acrecentado nuestra Armada y haber disminuido la del Duque de Vendôme».

«Saqueóse a Mortagne, villa que tiene 600 vecinos (u hogares, sobre tres mil habitantes) con que nuestros solados quedaron muy aprovechados, porque hubo ricas alhajas, buena ropa y mucho dinero, por ser el lugar más rico que tiene toda aquella comarca».

«Y es de advertir que de esta grandiosa presa no ha querido el Sr. Marqués de Santa Cruz participar cosa alguna, tocándole los dos quintos, el uno por General y el otro (que es el que tocaba al Rey) por haberle S.M. hecho gracia de él, con que todo fue saco para los soldados». «Después de esto quemó nuestra gente al enemigo el almacén de la pólvora….

QUIERO EL LIBRO

Publicado en El León contra la Jauría Vol II | Etiquetado , , | Deja un comentario

Derrotas holandesas en Filipinas (1646-1647) – El León contra la jauría Vol. II

Tras buscar inútilmente a los holandeses en Mariveles, donde les situaban los informes, que hablaban de algún desembarco rechazado por las milicias locales, los dos galeones españoles remontaron hacia el Norte, avistando por fin a sus enemigos a las 9 de la mañana del 15 de marzo, en concreto una embarcación a remo que se dio rápidamente a la fuga, pero volviendo a eso de la una de la tarde con los cuatro galeones enemigos.

El león contra la jauría

El insignia holandés disparó un cañón como desafío, errando el tiro, la respuesta de la capitana española fueron dos cañonazos, uno de los cuales, de 30 libras de bala, acertó a su enemigo en la roda, destrozándole el tajamar. Ambos bandos formaron en línea y el cañoneo se prolongó durante casi cinco horas, hasta la puesta del sol, en que los holandeses, evidentemente vapuleados por el fuego español, se retiraron, apagando incluso sus fanales para no ser seguidos.

En los días siguientes D. Lorenzo Orella intentó dar caza a los derrotados, remontando hasta cabo Bojeador, extremo norte de Luzón, sin lograrlo, por lo que se retiró a Bolinao a reparar sus buques y aparejos, enviando correos a Fajardo sobre el resultado del combate, que elevó considerablemente la moral de los españoles, tanto porque las averías habían sido pocas, como por las muy escasas bajas: ningún muerto y sólo un puñado de heridos.

De los holandeses, evidentemente muy dañados, no se volvió a saber, debiendo regresar a sus bases. Fajardo fijó inmediatamente una nueva misión a los dos galeones: ir hacia el estrecho de San Bernardino para escoltar la llegada de la nao de Acapulco, el «San Luis», al que se esperaba hacia mediados de julio….

QUIERO EL LIBRO

Publicado en El León contra la Jauría Vol II | Etiquetado | Deja un comentario

De la Blitzkrieg a los ataques frontales. Los estertores del Heer frente a Moscú

Moscú 1941

«Al norte de Moscú, Reinhardt y Hoepner continuaban el avance con todas las fuerzas que podían reunir. Poco quedaba de las rápidas maniobras y operaciones de flanqueo que fueron características de los grupos panzer en el verano y principios del otoño; en su lugar, las tropas panzer se encontraron una posición preparada tras otra que tuvieron que asaltar, la mayoría de las veces frontalmente.

El 21 de noviembre, el XXXXVI Cuerpo Panzer de Vietinghoff (integrado por las 5.ª y 11.ª Divisiones Panzer) informó de estar abriéndose camino combatiendo a través de densos bosques y zonas pantanosas donde encontraron T-34 camuflados que desafiaban cualquier intento de destrucción. Dos días más tarde, el diario de operaciones del cuerpo panzer afirmaba: “La infantería tiene que abrirse paso luchando palmo a palmo con cuchillos y granadas de mano. Tres francotiradores y armas pesadas bien atrincheradas causan grandes dificultades a las tropas”.

Este tipo de lucha se cobró su precio. La única división panzer del XXXX Cuerpo Panzer de Stumme (la 10.ª de Fischer) estaba tan debilitada para el 21 de noviembre que el diario de operaciones del cuerpo observó: “Tras incontables combates, las pérdidas de la 10.ª División Panzer han debilitado la división hasta tal punto que una operación en solitario contra un fuerte oponente tiene pocas oportunidades de éxito”.

QUIERO EL LIBRO

Publicado en Moscu 1941 | Etiquetado | Deja un comentario

La Flotilla MAS en la Unión Soviética – Lago Ladoga, 1942

A mediados de mayo de 1942 cuatro lanchas torpederas MAS, las números 526, 527, 528 y 529 fueron sacadas del Mar de Liguria y llevadas a los talleres. Después de desmontarles todo lo que sobresalía del casco —incluyendo la cabina de mando— los cascos de 17 metros de largo y 4,4 de ancho fueron colocados en remolques bajos de la compañía de transportes especiales Fumagalli de Milán.

Los raids de la Décima flotilla MAS

Los cuatro tráileres tirados por cabezas tractoras Alfa Romeo 800 y OM Ursus fueron incluidos en un largo convoy con camiones cargados con el armamento, las hélices, pasamanos, bitas, cajones, astas, torpedos y repuestos. El conjunto de vehículos partió de La Spezia el 25 de mayo de 1942 rumbo a Alemania. Recorriendo carreteras normales el convoy, llamado autocolonna (columna móvil) por la Regia Marina, trepó los Alpes a través del Trentino italiano hasta llegar a Austria. Varias veces los tripulantes debieron ensanchar el camino derribando trozos de casas o edificios o descargando las lanchas para hacerlas cruzar túneles sobre troncos de árboles talados en los alrededores.

Siguiendo la ruta La Spezia-Brennero-Innsbruck-Múnich-Berlín, el 4 de junio la autocolonna alcanzó el puerto alemán de Stettin en la costa báltica de Pomerania, donde esperaban los noventa miembros de la expedición llegados en tren desde La Spezia. El comandante de la excursión militar italiana era el capitán de corbeta Giuseppe Bianchini. Embarcados hombres, lanchas y material a bordo del carguero de 4.800 toneladas Thielbeck, el grupo cruzó el Báltico hasta Helsinki. Allí las embarcaciones fueron posadas en el agua y remolcadas a través del Golfo de Finlandia hasta el puerto de Punkasalmi desde el cual, cruzando canales y recorriendo segmentos de vía férrea, se internaron tierra
adentro hasta alcanzar Lahdenpohja, la base finlandesa del extremo septentrional del lago Ladoga….

QUIERO EL LIBRO

Publicado en Los Raids de la Decima Flotilla MAS | Etiquetado , , , | Deja un comentario

Un veterano de la Guardia Imperial ayuda a Bourgogne pese a haber perdido las manos. Memorias del sargento Bourgogne

Me subí a un montículo de hielo, de modo que me pudiesen echar una mano sin agacharse mucho. Yo me apoyaba con la mano izquierda sobre mi mosquete y le ofrecía la otra a aquellos que, estando a mi alcance, pudieran tirar de mí sin hacer mucho esfuerzo.

Pero fue en vano. Nadie hizo el ademán; ni siquiera parecía que prestasen atención a lo que les decía. Al fin, Dios se volvió a apiadar de mí. Justo cuando la multitud de soldados se hubo detenido, vi caminar a un viejo granadero a caballo de la Guardia Imperial, con sus bigotes y barba cubiertos de pámpanos de hielo y envuelto en un gran manto blanco. Me dirigí a él con el mismo tono: «Camarada, te suplico, que al ser, como yo, de la Guardia Imperial, me eches una mano, y así salvarás mi vida».

«¿Cómo piensas que te eche una mano?», dijo, «no me queda ninguna». Ante esta respuesta casi me caigo del montón de hielo. «Sin embargo», continuó, «si puedes agarrarte a mi manto, trataré de auparte».

Entonces se agachó y agarré el manto; lo hice incluso con los dientes, y subí hasta la carretera. Por suerte, en ese momento no había presión por parte de la muchedumbre, ya que de otro modo podría haber sido pisoteado sin posibilidad de levantarme de nuevo. Cuando estuve completamente a salvo, el viejo granadero me pidió que lo sujetase firme, y lo hice, aunque con mucha dificultad, ya que el esfuerzo que acababa de hacer me había debilitado sobremanera

Poco después la muchedumbre comenzó a avanzar de nuevo. Pasamos por encima de tres caballos desplomados, cuyos carros habían caído y volcado al río. Este era el motivo que había causado el retraso en la marcha. Al fin llegamos al punto donde se ensanchaba el paso, y donde pudimos empezar a caminar con más facilidad. Apenas habíamos dado cincuenta pasos cuando el viejo brigadier me dijo: «¡Detengámonos un momento a recuperar el aliento!».

No podía estar más de acuerdo. Luego me dijo: «Acabo de prestarte un servicio —sí, y uno muy grande, me salvó la vida— no hablemos de eso», continuó, «te dije que no tenía manos, lo que quería decir es que no tenía dedos, se me han caído todos. Ahora tendrás que prestarme un servicio tú a mí. Llevo teniendo durante algún tiempo una necesidad natural que no he podido satisfacer por no tener quién me ayudase». Le dije, «te comprendo compañero, ¡encantado de poder devolverte el favor!». Con la mano que me quedaba, logré bajarle sin dificultad los pantalones. Una vez hubo terminado quise subírselos de nuevo, pero me fue imposible; y de no ser por un tercero que se compadeció de nuestra situación y que completó lo que yo había comenzado, no lo hubiese logrado.

QUIERO EL LIBRO

Publicado en Memorias del sargento Bourgogne | Etiquetado , , , | Deja un comentario