El ejército prusiano en 1806. El modo alemán de hacer la guerra. Robert M. Citino

En el otoño de 1806, Prusia declaró la guerra al Imperio Francés. Entonces dio comienzo la sucesión de desastres. Decir que los prusianos no estaban preparados para la guerra es decir poco. El ejército era una reliquia momificada. Los sucesores de Federico el Grande habían preservado sus estándares de entrenamiento, tácticas y armamento con tanto mimo como una mosca fosilizada en ámbar. La formación lineal de tres hileras en dos escalones continuó siendo la doctrina prusiana, y otro tanto sucedía con el orden oblicuo. El mosquete era el modelo de 1754, calificado como «el peor de Europa» por una autoridad. Aferrado a su sistema de lentas columnas de suministro y depósitos, y arrastrándose con «una infinita cantidad de bagaje», se podía decir que marchaba a buen ritmo si cubría dieciséis o diecinueve kilómetros al día en un tiempo en el que la Grande Armée podía hacer treinta y dos.

No obstante, el problema más serio radicaba en sus comandantes. Se trataba de un grupo de hombres caducos, muchos de los cuales habían servido fielmente durante la Guerra de los Siete Años –hacía 50 años. El comandante de campo era el duque de Brunswick, que tenía 71. El principal asesor militar del rey, general von Mollendorf, tenía 82. De los 142 generales del ejército, 77 habían sobrepasado los 60 años de edad, y estas cifras se reflejaban igualmente en el conjunto del cuerpo de oficiales.

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La proyección del poder en la lucha por las ciudades. Calle a Calle. La guerra urbana.

Los esfuerzos rusos en Mariúpol y Odesa, en la costa meridional de Ucrania, se han centrado en su importancia como ciudades portuarias del mar de Azov y el mar Negro, respectivamente. Estos puertos y sus entornos urbanos influyen en la seguridad de la flota rusa del mar Negro, con base en Crimea, controlan el comercio marítimo de exportación e importación y están directamente relacionados con la logística de las operaciones militares marítimas y la proyección de fuerzas. Rusia realizó un gran esfuerzo para tomar Mariúpol, creando un puente terrestre entre Crimea y Rusia, y cerrando el mar de Azov. También sirvió como victoria simbólica sobre la resistencia ucraniana, pero a un alto coste. Aunque Rusia está sufriendo limitaciones en su alcance operacional, sigue teniendo en su punto de mira Odesa en su calidad de importante puerto del mar Negro, con el objetivo de continuar el aislamiento territorial de Ucrania del mar. El control de estos puertos permitiría a Rusia proyectar poder con la flota del mar Negro mediante movimientos de tropas y esfuerzos logísticos desde lo que todavía sigue siendo un terreno clave disputado.

Los aeropuertos entran en la misma categoría que los puertos marítimos en el sentido de que son un medio para envolver y proyectar rápidamente el poder de combate, operar un apoyo aéreo avanzado y hacer las veces de centros logísticos. Los aeropuertos de gran capacidad suelen estar situados alrededor de las ciudades. Un ejemplo de la importancia crítica de estas infraestructuras son los feroces combates de vaivén por el aeropuerto de Hostomel, en los suburbios de Kiev, durante los primeros días de la guerra.

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La desobediencia de Hausser. Manstein y la tercera batalla de Járkov. Eberhard Schwarz

Manstein describió en sus memorias la decisión de Hausser para evitar el cerco como completamente acertada. Sin embargo, añadió que: «Si la retirada de Járkov la hubiese llevado a cabo un general del Heer, no hay duda de que Hitler lo hubiera llevado frente a un consejo de guerra».

Manstein se refería a la suerte de Sponeck, que como comandante del XXXXII Cuerpo de Ejército, dio orden a la 46.ª División de Infantería de retirarse de la península de Kerch el 29 de diciembre de 1941 a fin de evitar un cerco. Sponeck contravino una orden del Führer del 26 de diciembre, que estipulaba que cualquier unidad que fuese atacada tenía que mantenerse en sus posiciones y oponer resistencia.

En un consejo de guerra presidido por Hermann Göring, el oficial de más alta graduación de la Wehrmacht, Sponeck fue condenado a muerte. Hitler le conmutó la pena por 6 años de confinamiento. Los casos de Sponeck y Hausser se diferencian fundamentalmente en que, aunque desde un punto de vista subjetivo ambos estaban convencidos de que esa era la única forma de salvar a sus tropas de una muerte segura, los superiores de Sponeck, que eran por aquel entonces el comandante en jefe del Grupo de Ejércitos Sur, mariscal von Reichenau y el comandante del Decimoprimer Ejército, coronel general von Manstein, no pensaban igual que él.

En el caso de Járkov, la situación era distinta. Empezando por Raus, que también tenía desplegadas algunas de sus fuerzas en la ciudad y pasando por su superior más directo, el general Lanz, hasta llegar a los dos mariscales Weichs y Manstein y el jefe del OKH, todos coincidían en valorar como equivocada la decisión de Hitler; esto es, mantener Járkov a toda costa, aun a riesgo de quedar cercados. Pensaban que, de preceder de ese modo, las consecuencias serían catastróficas.

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Batalla de Lepanto. Los tercios en combate. Hugo A. Cañete

Cardona cierra el hueco entre el centro y la derecha a la espera del socorro de Bazán. La lucha fue encarnizada por ambas partes; las galeras otomanas pretendiendo pasar y las cristianas impidiéndoles el paso. Algunas galeras cristianas resistieron hasta el último hombre, otras muchas quedaron devastadas. En la galera capitana de Nicolás Doria murieron el capitán Juan de Silva y todos los hombres de su compañía de infantería. Don Juan de Cardona, «llegando al lugar que le tocaba y hallándolo muy abierto, de manera que venían a pasar quince galeras del enemigo, viendo el daño que podría resultar se enfrentó con ellas, donde peleó sin que le entrase ninguna, entreteniéndolas hasta la llegada del socorro».

Cardona llevaba embarcado en sus galeras de Sicilia al maestre de campo del Tercio de Sicilia, Diego Enríquez, y a 500 españoles de su tercio, de los que tras el combate no quedaron sanos más de 50 y ningún oficial. En la Capitana de Génova, el joven Alejandro Farnesio, príncipe de Parma, y un soldado español llamado Alonso Dávalos saltaron a una galera enemiga y la ganaron. La audacia de Farnesio causó espanto incluso entre los turcos, rindiendo posteriormente dos galeras más. En la Capitana de la Orden de Malta quedaron tres supervivientes, Giustiniani con cinco flechazos y dos caballeros, uno español y otro siciliano, que pasaron por muertos a causa de la gravedad de sus heridas.

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Las ciudades como santuario de movimientos de resistencia. Calle a Calle. La guerra urbana.

En el asedio de Beirut participaron al menos diez fuerzas armadas distintas que luchaban por sus respectivos intereses. Las cifras varían considerablemente en cuanto al tamaño de los diversos grupos de milicianos, ya que, en la guerra de asedio, los civiles suelen actuar a menudo como combatientes. Al principio de la guerra, la OLP contaba con unos 3.000 combatientes a tiempo completo en el oeste de Beirut. Hacia el 13 de junio había más de 16.000 combatientes musulmanes en la ciudad. Entre ellos 12.000 palestinos, 2.000 milicianos libaneses y 2.300 soldados sirios. Siria controlaba varios miles de efectivos de las fuerzas palestinas. Juntos, los grupos combatientes del oeste de Beirut formaban una «plétora de organizaciones rivales», desprovistas de unidad de mando. Cada grupo libraba su propia batalla, manteniendo un mínimo de coordinación con otros grupos.

La OLP era una organización que aglutinaba a varios grupos palestinos diferenciados. Yasser Arafat era el presidente del Comité Ejecutivo y el comandante en jefe de las fuerzas de la OLP. También controlaba directamente Fatah, su grupo más numeroso. Además de Fatah, cuya fuerza había crecido hasta los 8.000 combatientes en el interior de la ciudad, había, al menos, otras cuatro organizaciones palestinas en Beirut oeste: el Frente Popular para la Liberación de Palestina, el Frente Democrático para la Liberación de Palestina, el Frente Popular para la Liberación de Palestina-Comando General y al-Saiqa, controlada por Damasco. Los combatientes palestinos se concentraron en la protección del cuartel general de la OLP y los tres campos de refugiados de Sabra, Shatilla y Burj al-Barajinah. La OLP contaba con unos 40 carros de combate T-34, unas docenas de vehículos de reconocimiento DM-2, entre 50 y 70 cañones antiaéreos obsoletos y 20 BM-21 Katyusha.

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