Los micrófonos en la embajada norteamericana en Moscú. ESPÍAS. Calder Walton

Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, un técnico de la marina estadounidense realizó el primer barrido de la embajada de Estados Unidos en Moscú. Descubrió 120 micrófonos ocultos por todo el recinto, colocados en paredes, patas de sillas y chimeneas. Entre 1943 y 1946, los británicos descubrieron 28 micrófonos en su embajada de Moscú. Un estudio posterior concluyó que los funcionarios de seguridad soviéticos habían aprovechado, probablemente, la evacuación del personal diplomático extranjero durante el avance nazi para colocarlos. El incidente más notorio de escuchas soviéticas se reveló cuando George Kennan hizo registrar la embajada y su residencia de embajador, la Spaso House, en 1952. Mientras Kennan recitaba el texto de un antiguo despacho diplomático, los técnicos lograron sintonizar la transmisión de su voz en otra habitación. Tras buscar, encontraron un pequeño micrófono inalámbrico incrustado en el interior de una réplica en madera del Gran Sello de Estados Unidos, que colgaba de la pared en el despacho de Kennan.

El sello había sido un regalo de escolares soviéticos a Averell Harriman al final de la guerra. El micrófono, con forma de lápiz, que había en su interior dejó atónitos a los técnicos occidentales: era un dispositivo resonante emisor de microondas que los operarios soviéticos captaban desde edificios cercanos. Por la naturaleza de su diseño era capaz de funcionar de forma indefinida, ya que no necesitaba una fuente de alimentación.

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El espionaje de Stalin del Proyecto Manhattan y el robo de la bomba atómica. ESPÍAS. Calder Walton

Klaus Fuchs proporcionó a los soviéticos información que aceleró su programa de desarrollo de la bomba atómica. Cuando se conoció la noticia, el director del FBI, Edgar Hoover, afirmó que Fuchs «dio a Stalin la bomba atómica» y lo calificó como «el crimen del siglo». La realidad era menos sencilla. La bomba atómica soviética se construyó gracias a un enorme esfuerzo industrial y de ingeniería soviético. Las labores de espionaje de Fuchs, y de los demás espías atómicos de Stalin, ayudó a los científicos soviéticos a acelerar la construcción de una bomba de forma más rápida y barata, evitando los procesos de ensayo y error que los científicos occidentales habían experimentado en el Proyecto Manhattan. Hasta el día de hoy, ésa sigue siendo la esencia de la recopilación de información científica y técnica: robar secretos militares e industriales ahorra dinero y acelera la investigación y el desarrollo.

En el transcurso de sus 7 años de actividad como agente soviético, Fuchs transmitió a Moscú fórmulas complejas para enriquecer el uranio natural hasta convertirlo en mineral apto para bombas, así como los planos técnicos de las instalaciones de producción y los principios de ingeniería del método de «implosión». Eso permitió a los científicos soviéticos construir una bomba atómica utilizando plutonio, un elemento más fácil de fabricar que el uranio enriquecido. La información de inteligencia de Fuchs permitió a los científicos nucleares de Stalin sortear el desarrollo de una bomba basada en el uranio, como la lanzada sobre Hiroshima, que requería una gran labor de minería e ingeniería para extraer el isótopo de uranio 235, y contribuyó a que pasasen a desarrollar directamente una bomba de plutonio, como la lanzada sobre Nagasaki.

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El fin del portaaviones Soryu. MIDWAY. Fuchida & Okumiya

A los 20 minutos del primer impacto, el navío se encontraba invadido de tal modo por el fuego que el capitán Ryusaku Yanagimoto ordenó «¡Abandonen el barco!». Muchos hombres saltaron al agua huyendo de las abrasadoras llamas y fueron recogidos por los destructores Hamakaze e Isokaze. Otros fueron transbordados a los destructores de forma más ordenada. Sin embargo, pronto se descubrió que el capitán Yanagimoto se había quedado en el puente del portaaviones en llamas. Ningún comandante de la Marina era más querido por sus hombres. Ahora estaban decididos a rescatarlo a toda costa.

El primer oficial Abe, un campeón de lucha libre de la Marina, fue el escogido para volver y rescatar al capitán, ya que se había decidido traerlo por la fuerza si rehusaba venir por su voluntad. Cuando Abe escaló al puente del Soryu encontró al capitán Yanagimoto de pie, inmóvil, espada en mano, mirando fijamente a proa. Avanzando hacia él, Abe dijo, «capitán, he venido en nombre de todos sus hombres para llevarle a lugar seguro. Le están esperando. Por favor, venga conmigo al destructor, señor». Al no encontrar más que silencio a su ruego, Abe adivinó los pensamientos del capitán y se le acercó con la intención de cargar con él y llevarlo al bote que les esperaba. Pero la pura fuerza de voluntad y determinación que expresaba el adusto rostro de su comandante le paró en seco. Se volvió con lágrimas en los ojos y, al abandonar el puente, escuchó al capitán Yanagimoto cantar apaciblemente «Kimigayo», el himno nacional.

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El repliegue a pie. LA RETIRADA DE MOSCÚ. David Stahel

El colapso del frente de Schmidt obligó a la retirada general de toda su línea, que fue puesta en marcha inmediatamente. Willy Peter Reese, de la 95.ª División de Infantería, escribió en su diario sobre las agotadoras exigencias físicas causadas por tener que efectuar el repliegue completamente a pie:

«La luz de la luna iluminaba a la silenciosa columna de fugitivos que marchaba lentamente, abriéndose camino por la nieve hacia el oeste entre tambaleos, resbalamientos y tropezones. Delante de nosotros se hallaba la incertidumbre, quizá la tierra de nadie, quizá el enemigo; detrás de nosotros, la certeza, los rusos perseguidores. Estábamos exhaustos después de la tercera noche sin dormir… Continuamos como autómatas. El sueño se apoderaba de nosotros incluso en plena marcha. Se nos cerraban los ojos, las piernas seguían funcionando mecánicamente; luego cedían nuestras rodillas, nos desplomábamos, nos despertábamos del dolor por la caída, nos alzábamos hasta ponernos de rodillas, alguien nos ayudaba a levantarnos y con las últimas fuerzas que nos quedaban por el temor a la muerte, seguíamos caminando. Nos dijeron que cualquier descanso significaba la muerte. ¡Vienen los rusos! El grito funcionó como el chasquido de un látigo: ¡adelante!».

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Los dos propósitos de la agresión rusa. OPERACIÓN MILITAR ESPECIAL. Francisco Gámez

A la luz de las nuevas arquitecturas de alianzas, la agresión de Rusia a Ucrania cumpliría dos propósitos. En primer lugar, demostraría a muchos países no alineados, con los que Moscú está ansioso por establecer lazos financieros y de seguridad, que las garantías de apoyo de Occidente son insinceras. Los estados occidentales han establecido una serie de compromisos con Ucrania, empezando por el memorando de Budapest,14 hasta llegar a la promesa del presidente Joe Biden de un «apoyo inquebrantable». Existe el riesgo de que, al intentar delimitar la diferencia entre el Artículo 5 y otras promesas, las capitales occidentales socaven la credibilidad de sus compromisos, incluidos los contraídos con la OTAN. Si Moscú puede demostrar que las garantías de seguridad occidentales significan poco, entonces puede contrastar el abandono occidental de Hosni Mubarak en Egipto, de Ashraf Ghani en Afganistán, y de Ucrania, con el decidido apoyo de Rusia a Bashar Al-Assad. Aunque este discurso pueda resultar más difícil de aceptar para la opinión pública, es más atractivo para los gobiernos.

En segundo lugar, una derrota rusa de Ucrania convertiría la proactiva estrategia occidental de compromiso político en una de repliegue, en la que podrían ponerse límites a la ambición occidental y avivar las divisiones internas con el fin de crear parálisis. La cuestión en las capitales europeas orientales era que, si las garantías a Ucrania fuesen negociables, ¿dónde dejaría eso al Artículo 5? Surgirían divisiones entre los partidarios de la estabilidad, como Francia y Alemania –deseosas de una diplomacia pragmática- y los que temen una agresión rusa, como los del Báltico, los Balcanes y el Reino Unido. Con la OTAN centrada en el imperativo de asegurar su cohesión interna, tendría poca capacidad para «competir». Por tanto, eso abriría la puerta a un enfoque más coercitivo en Georgia y Moldavia, donde el objetivo sería asegurar que estos países sigan dependiendo de Rusia dentro de una esfera de influencia rusa. Entre tanto, las garantías explícitas o implícitas de consultar a Rusia sobre los marcos de seguridad europeos demostrarían a Pekín que Moscú es un aliado muy valioso para evitar que el AUKUS y otras alianzas y/o acuerdos de seguridad regional se centren únicamente en el Indo-Pacífico.

OPERACIÓN MILITAR ESPECIAL

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