La batalla de las Islas Egates 241 a.C. Las campañas de Amílcar Barca. De la I Guerra Púnica a Isphanya

El caso es que había llegado el momento del combate, los gallardos cartagineses con valentía y decisión no lo rehuyeron, hicieron frente a la flota romana aunque en verdad combatirían en las peores circunstancias militares para los méritos de Kart Hadasht. Tanit, Baal Hammon y Melkart comenzaron a llorar desconsoladamente.

Esta lluvia celestial se abatió sobre la flota cartaginesa que recogió velas, desmontó sus mástiles y se aprestó al combate. Eran inferiores en número, en preparación naval, en posibilidades tácticas y sería una lucha de remeros y al ariete, pocas posibilidades de victoria había, y sin embargo los cartagineses atacaron sin volver la cara en ningún momento. Era el ocaso del poderío naval cartaginés.

La flota romana también recibió la lluvia pero entendió que eran los dioses cartagineses que lloraban desconsolados ante lo que se les venía encima a sus hijos cananeos en el mar. Los dioses de los cartagineses contemplaban cómo los romanos estaban más experimentados, con mejores tripulaciones, con quinquerremes que podían ser más rápidos y maniobrables que los cananeos dado que no estaban lastrados por el transporte de suministros. De esta manera, los lobos romanos se abatieron sobre los leones cartagineses.

La última batalla fue trágica para las armas cartaginesas. Los púnicos se defendieron con arrojo y valor suicida, realizaron proezas navales dignas de su larga tradición marinera, pero no pudieron evitar que las ahora más rápidas y maniobrables naves romanas hundieran, a golpe de espolón, a más de cincuenta quinquerremes cartagineses por la pérdida de sólo treinta de las suyas. Además, capturaron al abordaje a otros setenta quinquerremes púnicos en tanto que sufrieron la destrucción de unos cincuenta de los suyos.

Golpe a golpe, remada a remada, los cartagineses se vieron desbordados porque siempre fueron superados numéricamente, dos y hasta tres naves romanas contra un quinquerreme cananeo. De esta manera, o bien fueron enviados a pique por los espolones romanos, que los atacaban de dos en dos, o bien fueron abordados siempre en inferioridad numérica por los quinquerremes romanos que lanzaban a sus expertos legionarios, ahora convertidos en….

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