El flanco sur de Rommel estaba ahora expuesto a los ataques. En cuanto tuvo noticias del éxito contra la Ariete, Inglis dio órdenes para que la 5.ª Brigada neozelandesa se hiciera con El Mreir. El ataque fue detenido en el último minuto por la Brescia, pero los neozelandeses pudieron afianzar una posición en el extremo occidental de Ruweisat Ridge. Este movimiento amenazaba el centro de la línea más o menos difusa que formaban las fuerzas de Rommel.
Para tapar las brechas Rommel constituyó una línea de defensa de urgencia con la infantería de la Trieste y la Pavia y varios grupos de los batallones de reconocimiento del Afrika Korps. Al tomar ahora la iniciativa los británicos, debía destinar su infantería a la protección de posiciones, lo que dejaba como únicos elementos de maniobra a las divisiones panzer. La batalla móvil de Rommel estaba transformándose en una guerra de posiciones que no podía ganar con sus débiles fuerzas.
Rommel había pasado de ser el cazador para convertirse en presa. Las fuerzas del Eje formaban en el norte un saliente muy expuesto a los ataques enemigos desde todas las direcciones y la moral de las tropas italianas estaba por los suelos. Rommel se encontraba a más de un millar de kilómetros de sus centros de abastecimiento y acosado por las fuerzas enemigas, preparadas para lanzarse en su persecución si se retiraba. La escasez de suministros afectaba también a las operaciones de apoyo de la Luftwaffe, que habían sido decisivas en las «sorprendentes» victorias de la Wehrmacht.
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Sobre el Vol II, De El Alamein a Túnez.
1- En pag. 175 afirma que «Rommel … en el que Hitler no tenía más que un interés menor,….consideraba África del Norte un asunto de los italianos». Si esto hubiese sido así, lo coherente hubiese sido no haber enviado nunca el Panzerarmee (15 y 21 divisiones Panzer, 90ª división ligera, etc.) a África y sí haberlo dirigido a orillas del Don en Rusia, sustituyendo a los italianos y asegurando el flanco norte del VI ejército de Paulus entre húngaros y rumanos, destinando a los italianos con sus compatriotas a Libia. Hitler quería haber alcanzado el canal de Suez y, sobre todo, los pozos petrolíferos de Oriente próximo, pero creyó más factible alcanzarlos por el sur de Rusia debido a la mayor vulnerabilidad del ejército rojo por aquel entonces y a no tener que depender de la Regia Marina italiana, pudiendo disponer de la red ferroviaria de los territorios ocupados. El autor incluso cita las distancias en el escenario africano, muy superiores a las que recorrieron los alemanes hasta el Cáucaso.
2- El autor desmonta muy acertadamente la mentira política de los «historiadores» que atribuyen una importancia desproporcionada a Gibraltar como elemento de presión para la entrada en la guerra de España del lado de Alemania (todo pura fábula, pues resulta absurdo en extremo que Hitler recurriese a Franco para que éste le ganase la guerra a UK tomando Gibraltar después de haber dejado escapar deliberadamente a las fuerzas expedicionarias inglesas en Dunkerke, incluso ordenando a Rundsted y a Guderian detener sus tanques, además de no invadir las islas, el mayor error de Hitler en toda la guerra por lo que UK tenía de industria, astilleros y recursos, además de ser plataforma peligrosa contra el territorio alemán. Este error se lo señaló cautelosamente el mismo Franco en Hendaya a Hitler, desmontando así sus exigencias a España hasta que no invadiese UK). Por otra parte, parece que Malta no debía ser tan «importante» como Gribraltar para esos «historiadores», algunos de los cuales se inventan que los alemanes tenían en los Pirineos 200 divisiones (invadió la URSS inicialmente con poco más de 210) para la supuesta «operación Félix» que derivaría en la toma de Gibraltar. Además deja claro que la tal «operación Félix» no fue más que un señuelo propagandístico para no alarmar a Stalin.
3- Con respecto a Franco, lógico que tratase de convencer a Hitler para que luchase solo contra la comunista URSS y lograra a toda costa una paz por separado con los angloamericanos (aunque Franco no medió con éstos tratando de convencerles del peligro que acarrearía el comunismo en el mundo), como también lo recomendaron los más destacados generales alemanes (el propio Rommel, Manstein, Guderian, Hoth, Kluge, etc.), el líder rumano Antonescu, el mariscal finlandés Mannerheim, y muchos otros altos mandos del Eje y líderes de naciones neutrales. La cuestión es si realmente los aliados democráticos estuvieron o no dispuestos a negociar una paz por separado, pues Hitler desde luego que sí (de hecho él nunca quiso más guerra que con la URSS), esperando en vano tal posibilidad toda la guerra.
Antonio Muñoz Lorente participa en varios foros sobre la II Guerra Mundial y ha escrito libros bastante buenos, recientemente uno sobre la campaña de Noruega, sobre la contienda, pero hay que puntualizar lo siguiente al hilo de sus libros y de los de muchos de sus colegas españoles y extranjeros:
1º Si no me equivoco, los archivos militares alemanes de la Wehrmacht, la Luftwaffe y la Kriegsmarine, guardados «bajo siete llaves» en la ciudad alemana de Friburg, en el suroeste de Alemania, se abrieron a los investigadores, no se si al público general, el 1/1/2020, justo antes de la pandemia china del covid.
Estos archivos, de valor incalculable para evaluar la guerra, e, incluso el régimen de Hitler en muchos aspectos (militar, tecnológico, económico, social, de política de ocupación de las distintas naciones, etc.), tienen la más fiable información de unidades, medios, dotaciones, batallas, movimientos, tácticas y bajas propias y del enemigo, así como de todo tipo de órdenes impartidas desde el Alto Mando (OKW, OKH, etc.). Son los archivos más fiables de todos los contendientes, pues los alemanes tomaban decisiones fundamentadas en información la más exacta posible.
Es impensable que Speer u otro dirigente ocultase datos de producción armamentística (aumentando artificialmente su número) a Hitler, pues éste, nada más recibir los informes de voz de aquel y en su presencia, telefoneaba a sus mariscales informándoles de inmediato del envío de nuevo armamento y de las unidades exactas que le llegarían por tren. En tal caso, si se habían fabricado en el último semestre 100 carros de combate Tiger y 50 Panther, es absurdo que Hitler prometiese el envío de 250 de un tipo y de otros 200 de otro con Speer mintiéndole delante de él. Presuponer que la información en la Alemania de Hitler era como en la URSS de Stalin es no entender nada, de nada, de nada, es engañarse y engañar.
Por otra parte, estos informes, secreto máximo de Estado, cayeron en mano de los aliados occidentales contra la voluntad de los propios derrotados en muchos casos, aunque es dudoso que quisieran difundirlos de inmediato ante la gigantesca sorpresa que se llevaron con el III Reich ya en su suelo, en todos los sentidos, tanto tropas como mandos.
2º Los archivos que durante la época de Boris Yeltsin fueron objeto de apertura en la extinta URSS, en Moscú, fueron muy limitados, a un tipo de investigadores muy limitado, demócratas en su totalidad, nada sospechosos de ser anticomunistas o antimarxistas, y sus cifras, datos e información, por así llamarlo, tienen menos fiabilidad que cualquier novela de ciencia ficción o propaganda interesada. Son puro invento, como las cifras de producción remitidas al Gosplan, solo que trasladado al plano militar. Interesaba no acabar fusilado con la familia, no sacar a luz la verdad de los hechos. Los altos mandos de la Stavka recibían informes totalmente falsos de sus mariscales, generales y mandos del Ejército Rojo en una espiral de responsabilidades de datos colectiva en la que se diluía la responsabilidad de los datos, algo que ya aprendieron desde 1917 los soviéticos en todo ámbito. Por tanto no son, en absoluto de fiar, los datos de bajas propias y enemigas, de medios, de dotaciones, de producción industrial bélica, de víctimas de hambruna, etc. Los datos soviéticos son totalmente disparatados, impensables y propios de un régimen en el que el terror estaba más presente que el aire en nuestros pulmones al respirar. La fiabilidad de los datos soviéticos es prácticamente NULA, aunque los historiadores demócratas, la inmensa mayoría, les da plena credibilidad por conveniencia con el sistema, que al fin y al cabo fue aliado y cómplice y que se «justifica» recíprocamente el uno con el otro de modo indisoluble. Sólamente se podría extraer conclusiones aproximadas, nunca exactas, contrastando diversas fuentes contradictorias y atendiendo a los varios organismos que las recopilaron y el destino al que se dirigió esa información, directamente a Stalin, a la Stavka, al NKVD, a los mandos del frente o a los de la retaguardia. Solamente atendiendo a las discrepancias en los datos se puede extraer una conclusión siquiera parcialmente aproximada.
Un dato que sí resulta fiable y que escapó del control de los funcionarios soviéticos es el del censo, centralizado en Moscú y que no fue destruido ante el avance alemán, lógicamente. En él figuraba la ficha de toda la población soviética. De esos censos se extrae hoy la cifra de 31 millones de muertos soviéticos como consecuencia directa de la contienda, imposibles de desglosar siquiera aproximadamente pues no interesa en absoluto ni a democracias, mucho menos a Rusia misma, cada vez menos interesados en la verdad y en la investigación de lo ocurrido. La factura mortal es aterradora.
Por otra parte, en el censo de Moscú, hay decenas de millones de fichas de personas con fecha de nacimiento, que no fueron autorizadas, como casi ningún ciudadano a emigrar o huir de la URSS pues se trataba de un estado macro carcelario con movilidad limitada a salvoconductos, y que no tienen fecha de defunción ni se les localiza en lugar alguno de Rusia o de las ex repúblicas soviéticas. Mucha parte de estas decenas de millones de personas fueron niños y niñas de los incontables y atestadísimos orfanatos soviéticos, cuyo destino incluso hoy se ignora o interesa ignorarlo para encubrir a los aliados de la democracia actual, víctimas masivas del régimen aquel, pero con nombre y apellidos, además de número de identificación soviético.
3º Los archivos de USA no tienen ningún interés político en revelar cifras fiables de víctimas de la II Guerra Mundial, excepto en el escenario del Pacífico, donde fundamentalmente hubo una guerra aeronaval y batallas terrestres de no mucha envergadura en cuanto al número de soldados participantes y en las que USA salió triunfante y sí pudo manipular poco a la baja las cifras de pérdidas propias y si inflar las del enemigo japonés.
¿Por qué no tienen interés en la verdad de los hechos? Pues porque FDR, contra la voluntad del 80% de la población que según las estadísticas de «opinión pública» se oponían a participar en la guerra europea, postpuso su participación del lado de Stalin y la URSS y tuvo que justificarlo de alguna manera ocultando los crímenes execrables de unos e inventando la leyenda negra de crímenes espantosos de otros, dando unas cifras de coste de participación que evitasen la censura de su propio electorado. Tal cual.
En el escenario europeo la cosa cambió por completo y no son de fiar, en absoluto, las cifras abultadas de bajas infligidas a los alemanes y reducidas de las propias. Parece mentira, pero USA oculta el coste en vidas humanas de la II Guerra Mundial en Europa a su propia población, el verdadero coste humano de traer a Europa a su Ejército para luchar contra el EJE sin considerar a Polonia ni a ninguna otra nación como vana excusa, como hicieron los ingleses. La información de USA NO es fiable, aunque la múltiple fuente militar y policial, así como de los censos, bien puede arrojar una cifra más aproximada a la verdad que oculta al mundo y a su propia población. Para USA, sea la facción política que sea, demócrata como Roosevelt, republicano como Eisenhower, no le interesa nada de nada el análisis de lo que realmente ocurrió y que su población sepa con quién se alió, quién era Stalin y qué era la URSS. Esto conviene silenciarlo y mantener un abismo de acero para que no se sepa, pues la II Guerra Mundial fue justificada por unos y por otros en la «lucha por la libertad contra el fascismo», esa es la «justificación» de Stalin y la de sus cómplices Churchill y Roosevelt, pero sin entrar en detalles, ni siquiera en el procedimiento de los juicios de Nüremberg y de cómo se extrajeron los testimonios, especialmente los soviéticos. No interesa la verdad a democracias y regímenes socialistas, para nada. Incluso le interesa censurarlo con cárcel si es preciso. Y asesinatos también.
4º Los archivos de UK contienen incluso grabaciones realizadas en secreto a prisioneros alemanes del Alto Mando, celosamente guardadas y no publicadas. Cabría pensar que no revelan estas grabaciones porque no interesa a las democracias que se oiga el relato de estos mariscales y generales alemanes, salvo en contadas conversaciones seleccionadas a conveniencia. Tampoco publican el contenido de las conversaciones y negocios que Winston Churchill y Stalin sostuvieron en el Kremlin en el desarrollo de la guerra. Es de suponer que la verdad no interesa. Es de suponer que la propaganda impera en el bando vencedor. Por eso, estos archivos hay que examinarlos con mucha cautela a la hora de publicar una obra sobre la contienda.