Barbarroja: los puentes sobre el río Bobr – Los Brandeburgueses de Hitler

El segundo teniente Kriegsheim viajó también en coche con dos de sus hombres y un intérprete (Kampfdolmetscher) y guía polaco. Todos iban ataviados con Halbtarnung, abrigos largos rusos sobre sus uniformes alemanes y gorras cuarteleras con la estrella roja del Ejército Soviético en la parte frontal en lugar de los cascos habituales.

Se les había proporcionado la última información de inteligencia disponible, procedente de desertores y de puestos de escucha, que incluía lo que esperaban que fuesen los santo y seña correctos si llegaban a darles el alto. Un corresponsal de guerra alemán informó más tarde de su avance al interior de territorio enemigo:
«El polaco iba delante como guía. Kriegsheim controlaba la dirección de la marcha con su brújula y coincidía. Ninguno de los tres terminaba de confiar del todo en el polaco, ya que desde el principio parecía estar nervioso y de mal humor. De repente, aparecieron dos rusos delante de ellos como si hubiesen brotado del suelo, fusil en mano.
«Stoi! Parol!» (¡Alto! ¡Santo y seña!)
«¡Astracán!»
«¡No! ¡No os mováis!»

Los alemanes fueron agrupados sin que tuviesen ninguna oportunidad de escapar. Los rusos señalaron con gestos la dirección en la que debían marchar, gritando de forma contundente «Dawai!» (¡Vamos!), y echaron a andar a unos tres metros de distancia».

Kriegsheim repasó frenéticamente sus opciones. Estaban siendo llevados detrás de las líneas enemigas y, al parecer, sus identidades no habían sido todavía esclarecidas. Una vez que fuesen adecuadamente registrados se habría acabado el juego y no cabía esperar un ápice de piedad. Incluso en esta situación límite, Kriegsheim tuvo muy presente que había órdenes estrictas de no disparar armas antes de las 3:05 horas, aunque no parecía haber mucha alternativa. Sus captores se mantenían a demasiada distancia para poder llegar hasta ellos sin disparar y temía que el polaco acabase traicionándolos con su nerviosismo.

Incluso en el caso poco probable de que sus identidades no fuesen descubiertas, podían ser
considerados desertores soviéticos. Mientras se aproximaban a un pequeño edificio que mostraba luz bajo su puerta, Kriegsheim tomó por fin una decisión. Con un rápido movimiento, metió la mano en su abrigo largo del Ejército Rojo y sacó la pistola que llevaba escondida, dándose la vuelta y mostrando el feldgrau de su uniforme alemán mientras abría fuego sobre el primer ruso. La bala alcanzó en la cara al sorprendido soldado, que cayó de inmediato mientras el segundo lograba disparar un solo tiro de fusil que fue bajo e impactó contra el suelo. Instantes más tarde impactaron dos balas en su cuerpo, la primera en el hombro y la segunda en la mandíbula con un golpe mortal.

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Operación Paracaidista de Feodosiya – Enero de 1942. La Experiencia Aerotransportada Soviética.

Mientras el batallón aerotransportado del mayor Nyashin se preparaba en el aeródromo de Krasnodar para el salto, pequeños grupos de reconocimiento de paracaidistas navales equipados con radios fueron lanzados en la retaguardia alemana para recopilar y transmitir información de inteligencia a la fuerza de asalto.

El 31 de diciembre, en unas condiciones meteorológicas extremas, despegó la fuerza en bombarderos TB-3. La densa cobertura de nubes obligó a los aviones a volar en una sola columna a intervalos sustanciales. Las densas nubes obligaron a los aviones a volar a 75 metros, demasiado bajo para un salto seguro. Después de que el navegante del avión amenazase al mayor Nyashin con abortar la misión debido a la baja altitud, los dos acordaron ascender a 450 metros entre las nubes justo antes del salto.


Los paracaidistas saltaron al fin en esas horribles condiciones. A medida que caían, tropas alemanas que escoltaban un convoy de munición dispararon sus ametralladoras contra las impotentes tropas suspendidas. Los fuertes vientos dispersaron a los paracaidistas. El reagrupamiento fue difícil, pero la dispersión creó también la impresión entre los alemanes de que se había lanzado a una fuerza mucho más grande. Tras el salto se sucedieron combates intensos pero fragmentados. Pequeños grupos de paracaidistas se infiltraron a duras penas entre las posiciones fortificadas alemanas y avanzaron sobre Ak Monai.

Cuando el batallón hubo reagrupado suficientes hombres, atacó y tomó una posición artillera alemana en el flanco norte de las defensas de Ak Monai. A primeros de enero de 1942, el batallón había ocupado defensas en Ak Monai y en la base del banco de arena de Arabat.
Entre tanto, el 44.º Ejército ocupó Feodosiya y avanzó 10 o 15 kilómetros tierra adentro hasta Vladislavovka, pero allí los alemanes se mantuvieron firmes y evitaron que los soviéticos cercasen sus fuerzas.

Mientras los germanos se retiraban hacia el oeste, la fuerza aerotransportada soviética se dividió en grupos de diversión que hostigaron a las fuerzas en retirada. Los paracaidistas fueron sustituidos más tarde por una unidad de infantería naval. La decisión del comandante del frente de cancelar el salto paracaidista destinado a asegurar el aeródromo de Vladislavovka para los combatientes soviéticos significaba que sus fuerzas carecerían de apoyo aéreo efectivo durante toda la ofensiva.

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Pérdida y recuperación de los medios blindados soviéticos en las ofensivas soviéticas de 1944-1945. De la Derrota a la Victoria. Bagration – L`vov-Sandomir – Yassi-Kishinev

La Operación de Prusia Oriental, montada como un esfuerzo de apoyo para la ofensiva principal en el eje Varsovia – Berlín, tuvo que atravesar una línea de defensas bien preparadas en profundidad sin contar con el factor sorpresa y, en consecuencia, las pérdidas fueron altas.

Haciendo una generalización de estas y otras operaciones del tercer periodo, las pérdidas totales de los ejércitos de tanques alcanzaron una media de un 70 por ciento o más, aunque las pérdidas irrecuperables no superaron el 25 por ciento de los efectivos iniciales. El elaborado método de empleo de instalaciones de recuperación y reparación hizo posible que los ejércitos de tanques recobrasen y devolviesen a la acción la mayoría de sus carros de combate y cañones autopropulsados susceptibles de ser reparados sobre el terreno (aunque, debido a la escasez de piezas de repuesto, buena parte del equipo reparable se canibalizaba a medida que progresaba la operación).

En cada una de estas operaciones, casi todos los carros de combate y cañones autopropulsados que requirieron reparaciones corrientes y el 80 por ciento de los que necesitaron reparaciones de nivel medio fueron devueltos a las unidades de combate. De hecho, no era raro, como en el caso del 1.er Ejército de Tanques de la Guardia en la Operación L’vov – Sandomir, que las pérdidas totales excedieran los efectivos iniciales del ejército. En la misma operación, cada uno de los carros de combate y cañones autopropulsados del 3.er Ejército de Tanques de la Guardia estuvo fuera de servicio dos o tres veces y regresaron al servicio en otras tantas ocasiones.

Por supuesto, un factor crítico en el éxito del sistema de recuperación y reparación fue el triunfo en el campo de batalla. Cuando las batallas llegaban a su fin, las fuerzas soviéticas quedaban en posesión del lugar de la carnicería, lo que les permitía recoger, reconocer y clasificar a cada vehículo en las distintas categorías, que iban desde destrucción total a problemas menores de movilidad. Por el contrario, para los alemanes en retirada cada vehículo de combate que quedaba en el campo de batalla era una baja irrecuperable, con independencia de cual fuese su grado de daños.

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El encaje de la fuerza paracaidista en el Arte Operacional soviético – Cuadernos de Salamina N.º 0

En consonancia con las nuevas instrucciones, se intensificaron los ejercicios que involucraban fuerzas aerotransportadas. En septiembre de 1933, en Luga, Distrito Militar de Leningrado, la 3.ª Brigada Aerotransportada realizó un ejercicio táctico bajo la supervisión de Tukhachevsky.

Operando en condiciones climáticas adversas (vientos fuertes y nubes bajas), los paracaidistas cayeron en una zona de retaguardia enemiga fuertemente defendida con la intención de bloquear la retirada enemiga y el movimiento de sus reservas. El salto por sorpresa, llevado a cabo después de una preparación artillera, logró expulsar al enemigo, ocupar el objetivo y repeler a sus reservas. Tukhachevsky se mostró satisfecho con los resultados. En septiembre del año siguiente, cerca de Minsk, en el Distrito Militar de Bielorrusia, un ataque aerotransportado múltiple prestó apoyo en un ejercicio ofensivo de la fuerza terrestre.

El 7 de septiembre, una tropa de 129 hombres fue lanzada con el propósito de asegurar un tramo de carretera al oeste de Minsk y un punto de cruce clave sobre el río Svisloch, donde en coordinación con el avance de un regimiento motorizado, bloqueó las rutas de retirada enemigas de la ciudad. El 9 de septiembre, cerca de Trostyanets, al noreste de Minsk, un segundo asalto operacional de 603 hombres bloqueó el movimiento de las reservas enemigas que se dirigían a la ciudad en estrecha cooperación con el avance de una brigada mecanizada. Estas dos operaciones aerotransportadas hicieron hincapié en la coordinación entre las tropas aerotransportadas y terrestres que operaban en la retaguardia enemiga.

Aprovechando el éxito de las maniobras de 1934, se produjo una actividad aerotransportada de mayor magnitud en las maniobras de 1935. Celebradas en el Distrito Militar de Kiev bajo la supervisión del comandante de ejército de primer rango I. E. Yakir, y bajo la atenta mirada de mentes tan brillantes como las de Voroshilov, Budenny, Gamarnik, Tukhachevsky y Egorov, el ejercicio sometió a prueba técnicas de conducción de una batalla profunda. El escenario implicaba la penetración de una fuerte defensa por parte de un cuerpo de fusileros reforzado por un batallón de tanques y artillería de la RGK (Reserva de Alto Mando) (ver Mapa 1).

Un cuerpo de caballería y un cuerpo mecanizado llevaron a cabo dicha penetración. Un gran asalto aerotransportado les prestó apoyo en su intento de rodear y destruir al enemigo. La fuerza aerotransportada, de dos regimientos paracaidistas (1.188 hombres) y dos regimientos de fusileros (1.765 hombres) bajo el control de una división de fusileros, tuvo que aterrizar en Brovary (noreste de Kiev), asegurar una zona de aterrizaje y puntos de cruce sobre el río Dnepr, bloquear la aproximación de reservas enemigas procedentes del este, y cooperar con las unidades de caballería y fusileros que atacaban Kiev desde el oeste. Más de 1.000 paracaidistas, procedentes de bases situadas a 280 kilómetros de distancia, participaron en un salto simultáneo y aseguraron el área de aterrizaje. A continuación llegaron tropas de la fuerza principal de los regimientos de fusileros y, junto con el escalón de paracaidistas, cumplieron la misión asignada.

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Los Brandeburgueses asaltan el puente de Gennep disfrazados de prisioneros de la policía holandesa

A las 2:30 horas, la pequeña columna de hombres cruzó la frontera y comenzó su trayecto hacia el puente de Gennep. Uno de los holandeses cambió de opinión nada más pasar al otro lado y Walther encargó sin demora a uno de sus hombres que lo escoltase de vuelta al puesto avanzado en territorio alemán, dónde debía ser internado para evitar cualquier posible brecha de seguridad.

El resto continuaron adelante y llegaron puntuales al puente, deteniéndose a 800 metros para un último repaso de los detalles. El grupo emergió entonces a la vista y sus miembros anduvieron lentamente hacia su blanco. El sargento bávaro Hermann Stöhr, segundo de Walther, recordaría posteriormente el ataque:

«El puente en sí, una imponente construcción de hierro, tenía unos 150 metros de longitud y un sistema defensivo con búnkeres y una guardia permanente de alrededor de una sección, si no más. Creo que todos en nuestro “comando” notaron cierta indisposición cuando lo vieron. Pero la insolencia se impone; algo que demostraríamos poco más tarde. Una carretera despejada llevaba hasta el puente y los holandeses ya nos habían visto. A la entrada del mismo salieron cuatro holandeses a nuestro encuentro.

¡Era el momento de actuar! ¿Pensarían todavía que éramos prisioneros? y, de ser así, ¿era un peligro este puñado de soldados alemanes, había más tropas germanas todavía por aparecer? ¡Quién sabe! El teniente Walther y yo pusimos de súbito nuestras pistolas contra el pecho de los guardias, siendo esta acción invisible para los que estaban al otro extremo del puente. Walther no perdió de vista a los centinelas mientras yo avancé los dos pasos que me separaban de la garita, respiré hondo, saqué mi cuchillo y corté todos los
cables que estaban a mi alcance.

No me percaté de lo que sucedía a mi alrededor, ya que solo tenía ojos y oídos para los cables. Entre tanto, parece que un holandés había sospechado y había disparado, produciendo nuestro primer herido grave. Todavía sigue siendo un misterio para mí hoy en día el que no me enterase de nada».

En efecto, de modo milagroso, los hombres que defendían el otro extremo del puente no mostraron reacción alguna al disparo. Walther y Stöhr, junto con otro brandeburgués y un intérprete holandés, Martin van Haalen, continuaron su avance a lo largo de toda la extensión del puente, manteniendo su disfraz, mientras el resto de miembros del grupo de Walther se ponían a cubierto en la orilla occidental.

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