Patton visita los campos de concentración. LA GUERRA COMO LA CONOCÍ

[Patton visita campos de concentración] En el campo de Ohrdruf había una serie de médicos supuestamente eminentes cuya rectitud profesional había sido tan completamente destruida que habían sido persuadidos para realizar algunos experimentos muy abominables con sus compañeros internos. Se informó de un caso en el que ochocientos esclavos habían sido inoculados con una vacuna anti-tifus y luego con la bacteria del tifus. De los ochocientos murieron unos setecientos, así que el experimento fue considerado no satisfactorio. El coronel Odom preguntó a algunos de estos doctores si había algo que pudiera hacer por ellos. Uno dijo que sí, que estaba haciendo un experimento muy interesante con un cerebro humano y necesitaba un poco de negro de carbón. Parece ser que el cerebro humano todavía estaba vivo.

En la sala de ejecución del complejo de Buchenwald había un elevador operado a mano que llevaba los cadáveres a una planta incineradora que había en la planta de arriba. Había allí seis hornos. El cadáver era puesto en una bandeja de carga muy similar a las utilizadas con los cañones de 155 mm y, a la orden de «¡Atención!», el borde de la bandeja topaba contra el taco de la puerta y el cadáver salía disparado hacia el interior del horno, donde quedaba calcinado en pocos instantes. El esclavo a cargo de este lugar estaba muy orgulloso y estuvo arrastrando su mano por el suelo para luego mostrarme lo limpio que estaba.

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Llévate de regalo el mapa del U.S. Army de la zona de Bastogne para que puedas seguir las operaciones y el espectacular giro del Tercer Ejército ejecutado por Patton en la Batalla de las Ardenas por una cara y de la operación de asalto a Sicilia por la otra a todo color. Mapa gigante y a color, 42×59 cm.

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La huida de la Brigada Lincoln. DE BELCHITE AL EBRO

Retirada de la Brigada Lincoln. Bessie consiguió escapar campo a través, escalando los márgenes de piedra que escalonan los bancales que cubren las vertientes de los valles y barrancos de la zona; o cayendo por ellos varios metros, cuando la oscuridad impedía descubrirlos a tiempo. En su fuga, tropezaron con algunos vecinos de la zona que, posiblemente, habían abandonado sus casas en los pueblos para buscar refugio en las casitas de laboreo del campo, los llamados «masos».

Estos les indicaron el camino para llegar hasta Móra d’Ebre. Sin agua ni comida, incapaces de saber dónde se encontraban, ni tampoco dónde estaba un enemigo que les daba caza, optaron por continuar su camino. Bessie asegura que a lo largo de la mañana vieron, a lo lejos, a varios grupos o columnas de hombres que, como ellos, intentaban alcanzar la retaguardia republicana. Su periplo acabó aquel 2 de abril, al llegar a Móra d’Ebre, que describió diciendo: «En las afueras de la pequeña ciudad sobre el Ebro pululaban los hombres desmoralizados y andrajosos, que vagaban perezosamente en el colmo de la confusión», asegurando que en aquella plaza no había ningún mando o autoridad ante la que presentarse o que organizase a los que allí se iban concentrando.

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Guerra entre caballeros. PANZER COMMANDER. Hans von Luck.

Los Hurricane debían de haber visto mis vehículos de reconocimiento acorazados. Supuse que nos esperaba un segundo ataque. Volví a enviar un mensaje por radio. «Hemos sido atacados por Hurricane, las secciones antiaérea y de artillería han quedado en gran parte fuera de combate. Anticipo nuevo ataque, envíen Messerschmitt». Las bases británicas debían hallarse cerca del frente. Apenas transcurrida una hora, estaban nuevamente de vuelta. Esta vez fue el turno de nuestros blindados. Con consternación, vi desde pocos metros cómo los Hurricane disparaban cohetes que atravesaban directamente nuestros blindados. Eso era nuevo para nosotros.

El único que permaneció en su vehículo fue mi operador de radio, que enviaba mis mensajes. Junto al vehículo estaba mi oficial de inteligencia, que transmitía al operador lo que yo le gritaba. Entonces, un aparato –creí reconocer el emblema canadiense- se acercó en vuelo rasante para atacar el vehículo blindado de radio. Desde una distancia de 20 metros, pude ver claramente la cara del piloto bajo su casco de vuelo. Pero en lugar de disparar, hizo una señal con la mano para que se alejase el oficial de radio y trepó con su aparato en un pronunciado ascenso. «Saca al operador del vehículo», grité, «a cubierto, los dos». El aparato había girado y se dirigía de nuevo hacia nosotros saliendo del sol por segunda vez. Esta vez disparó sus cohetes contra el vehículo de la radio. Por fortuna, los impactos no causaron demasiados daños. Esta actitud del piloto, fuera canadiense o británico, se convirtió para mí en el ejemplo de juego limpio en esta guerra despiadada.

Nunca olvidaré su cara ni el gesto de su mano.

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El SVR hackea SolarWinds. ESPÍAS. Calder Walton

En el centenario de la fundación de la inteligencia exterior soviética en 2020, el SVR llevó a cabo un hackeo al futuro: perpetró una violación masiva de datos en la cadena de suministro de software del gobierno federal norteamericano. Como señalamos en el Capítulo 1, el SVR eligió a una empresa de software, SolarWinds, para apropiarse de una actualización rutinaria de software e insertar malware en millones de sistemas descargados. En el momento de escribir estas líneas, se cree que se han visto comprometidos los sistemas informáticos de unas cien empresas (entre ellas Microsoft, Cisco e Intel), así como los del Pentágono y una docena de agencias gubernamentales estadounidenses, entre las que se encuentran los departamentos del Tesoro, Justicia y Energía. SolarWinds fue una culminación apropiada a los cien años de guerra de inteligencia entre Rusia y las potencias occidentales. Lo que comenzó con los espías de la Comintern sobre el terreno en las capitales europeas se trasladó a los cielos, al espacio y a las profundidades marinas; el conflicto se libra ahora en el mundo cibernético, persistente y en gran medida invisible para la opinión pública.

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Servicios Soviéticos de Información y Seguridad, la dimensión paramilitar.

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La caballería en 1600. ACCIONES DE LA GUERRA DE LOS TREINTA AÑOS. William P. Guthrie

Tanto los teóricos como los profesionales dedicaron mucho tiempo a pensar en las ventajas relativas de los coraceros y arcabuceros a caballo. Los coraceros tenían una superioridad abrumadora en el campo de batalla; con su peso e invulnerabilidad podían romper a cualquier caballería más ligera. Por su parte, acreedores de una movilidad y maniobrabilidad superior, y con su armamento de mayor alcance, los arcabuceros a caballo eran valiosos en escaramuzas y en combates de menor entidad que la batalla campal llamados «acciones».

El problema residía en sus proporciones relativas y en alcanzar una coordinación óptima. Algunos se mostraban a favor de las unidades mixtas; otros, de regimientos de un solo tipo. En el primer caso, los arcabuceros a caballo podían adelantarse a los coraceros para disparar, pero en batalla formaban detrás de ellos. En el segundo caso se conseguía un resultado similar según conviniese. Los llamados «medias-corazas», con menos elementos acorazados y un arcabuz, podían desempeñar el papel de escaramuzador. De igual forma, algunos arcabuceros a caballo «pesados» iban equipados con petos y cascos para combatir durante la batalla. Por supuesto, siempre había una variación considerable entre los distintos jinetes combatientes. Los mejores arcabuceros a caballo bien podían ir armados como medias-corazas. En todos los casos, los hombres mejor armados y mejor entrenados habían de formar en la primera fila, con una disminución sucesiva de ambas características en las líneas siguientes.

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