Los nuevos blindados de Hitler para la Ciudadela. KURSK 1943, Roman Töppel

Zitadelle ha pasado a la historia como una batalla de carros de combate. Y, en efecto, en ella participaron los nuevos blindados y Sturmgeschütze en los que tantas esperanzas había depositado Hitler para el verano de 1943. Ya en una conferencia celebrada el 18 de febrero de ese mismo año en el cuartel general de Manstein en Zaporozhye, Hitler había expresado: «A principios de mayo contaremos con 98 Sturmgeschütze pesados del nuevo modelo de Porsche y con 150 nuevos Tiger, 200/250 Panther, 50 cañones pesados autopropulsados de infantería, 100 carros de combate lanzallamas y cierta cantidad de Panzer IV. La mayoría de estas nuevas armas son invulnerables y su efectividad no tiene igual. Con el Stürmgeschütz (de Porsche) se puede disparar sobre un blindado enemigo desde 2.000 metros. Con esta enorme acumulación de las armas más modernas tenemos que conseguir de nuevo la iniciativa».

¿A qué carros de combate se refería Hitler? Los 98 Sturmgeschütze pesados de Porsche eran los cazacarros pesados Ferdinand, basados en un chasis de Porsche que había empezado a desarrollar a finales de 1942. Montado sobre una estructura no giratoria de forma cuadrada, el cañón, de 8,8 cm y una longitud de casi 6,3 metros, era el más efectivo de todos los carros y cazacarros. Con la munición estándar podía penetrar blindajes de más de 13 cm desde distancias superiores a 2.000 metros; es decir, podía eliminar prácticamente a los carros enemigos desde cualquier distancia. El Ferdinand, designado así por el nombre de su diseñador, Ferdinand Porsche, contaba con un blindaje frontal de 20 cm; prácticamente invulnerable. Sin embargo, tenía un peso de combate de 68 toneladas y consumía unos 1.200 litros de gasolina a los 100 km, aspecto éste que provocaba serias dificultades logísticas.

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Escolta de bombarderos en apuros. EL GRAN ESPECTÁCULO. Pierre Clostermann

De repente, en mitad del cielo salpicado de paracaídas y aviones en llamas, Jacques divisó aviones Focke Wulf que se abalanzaban sobre 4 Fortalezas Volantes que se quedaban atrás intentando proteger a un Liberator que llevaba un motor incendiado. ¿Qué podíamos hacer? Era imposible pedir ayuda en este caos infernal. Todos los Spitfire, hasta donde alcanzaba la vista, se arremolinaban en combates cerrados y parecían chocar contra las nubes y rebotar de nuevo como boxeadores contra las cuerdas de un ring. Miré el indicador de combustible. Todavía quedaban 2 minutos. No importa, no sería una gran pérdida.

«Hola, Jack, soltando a mi bebé». Me agaché y tiré fuerte del mecanismo de liberación del depósito auxiliar mientras Jacques vigilaba. Liberado de la carga, mi Spitfire brincó hacia adelante.

«¡Al ataque!».

Con los colimadores encendidos y el dedo puesto en el botón de disparo, realizamos sendos giros invertidos y nos lanzamos sobre los Focke Wulf que rodeaban a los bombarderos. Mientras picaba, me mantuve alerta y traté de elegir a uno. Atacaban por todos lados. Una de las Fortalezas entró lentamente en barrena. Otra estalló de repente y la explosión le arrancó un ala al bombardero que estaba a su derecha. Se formó un gran hongo oscuro, del que caían restos ardientes. La silueta, ahora asimétrica, del Fortaleza Volante se hizo más pequeña y tenue, cayendo igual que una hoja seca. Como si fuesen clavos nuevos y brillantes en una pared, uno, dos, cuatro, seis paracaídas salpicaron de repente el cielo. Pasé a unos metros de un Focke Wulf tocado que arrastraba un velo negro –no tenía sentido desperdiciar munición, estaba condenado. Tuve la sensación de sumergirme en un acuario lleno de peces dementes.

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Carga soviética contra una trinchera alemana. PICADORA DE CARNE

Un integrante de la Grossdeutschland vio así el ataque soviético a sus posiciones en Bely: «Hacia las 09.00, el primer [carro de combate soviético] cruzó nuestras líneas y embistió nuestros cañones contracarro; uno pasó directamente sobre nuestra trinchera. Por desgracia, no teníamos a mano granadas de mano ni cargas de demolición. Cuando escampó un momento, pudimos ver a nuestra infantería arrastrándose por las posiciones y oímos el “¡Hurra!” de los bolcheviques. Intenté por todos los medios enviar las soluciones de tiro a los cañones, llegué a ver un impacto, pero para cuando se efectuó el siguiente disparo caía una cortina de nieve tan gruesa delante de nosotros que no podíamos ver nada más.

De repente, a eso de las 10.00, aparecieron otros 10 T-34 frente a nosotros y pasaron por encima de nuestras trincheras. Cien pasos por detrás los seguía la infantería rusa. Nos preguntamos por qué nuestros granaderos no disparaban y entonces los vimos retroceder en grupo detrás de nosotros. ¿Qué hacer? Si retrocedíamos también, los rusos no tardarían en llegar a nuestra colina y simplemente nos abatirían mientras bajábamos al barranco. Así que decidimos quedarnos e intentar resistir.

Recogimos todas las ametralladoras y subfusiles a nuestro alcance. El capitán Fromm, que se nos había unido poco antes, tomó el mando de los últimos defensores –unos 45 hombres-, incluidas dos dotaciones de cañones contracarro, varios granaderos y nuestro operador de radio. No había nada más que hacer –teníamos que salir corriendo…».

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De regalo una réplica gigante a todo color (42x59cm) de un mapa de situación de la Wehrmacht de 1942 del Saliente de Rzhev por una cara y del área geográfica de Rzhev por la otra para que puedas seguir las operaciones.

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Improvisaciones en la ropa de invierno en 1941 en Moscú. OPERACIONES PANZER

El invierno de 1941-1942 fue el más severo de los últimos 100 años en la Rusia europea. La temperatura media diaria durante el mes de enero de 1942 en el área situada al noroeste de Moscú fue de -35,5º C, produciéndose allí la temperatura más baja de toda la campaña rusa (-52,8º C) el 26 de enero. Nuestras tropas, en el caso de que tuvieran alguna ropa de invierno, vestían solo el abrigo de reglamento, el jersey, la faja y la capucha; piezas diseñadas para el invierno alemán. La mayoría de las prendas de invierno donadas por la población alemana no llegaron a los soldados del frente hasta finales de febrero, después de que el frío ya hubiera causado los peores estragos. A todos los niveles del escalafón los jefes intentaron enfrentarse a la emergencia mediante la improvisación.

Varias divisiones se las compusieron para organizar grandes talleres de costura en las ciudades y pueblos rusos cercanos. De mantas y ropas viejas usadas, los obreros locales produjeron fajas, orejeras, chalecos, prendas para los pies y manoplas de franela con dedos índice y pulgar separados. Finalmente, la mayoría de los hombres lograron protegerse la cabeza y las orejas, al menos parcialmente, utilizando fajas y harapos. Ni que decir tiene que el intenso frío redujo drásticamente la eficiencia de nuestros soldados y de sus armas.

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Brigada Lincoln. DE BELCHITE AL EBRO

Lejos de las intrigas políticas y las luchas intestinas por el poder, la XV BI también vivió su proceso de reorganización, el mejor documentado en los archivos soviéticos. El 6 de abril el capitán Dunbar remitía la relación de las fuerzas de la brigada, que sumaban 1.275 hombres. En tan solo dos días, el número de brigadistas llegados hasta el sector en que se reorganizaban los hombres de la Lincoln, entre Móra la Nova y Falset, se multiplicó considerablemente. El British había pasado de 15 a 211 hombres, el Lincoln-Washington de 11 a 102; el Spanish de 84 a 288 y el Mac-Pap de 50 a 197. El resto formaban parte de otros servicios de la brigada, como los 61 miembros de la unidad de transmisiones que dirigía el capitán Ruskin, o los 96 zapadores que estaban a las órdenes del teniente Francisco Granell. Un día después, el 7 de abril, un estadillo del personal elevaba el número de efectivos hasta los 1.467, aunque solo disponían de 587 fusiles, 38 ametralladoras ligeras y cinco pesadas.

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