Las ciudades como santuario de movimientos de resistencia. Calle a Calle. La guerra urbana.

En el asedio de Beirut participaron al menos diez fuerzas armadas distintas que luchaban por sus respectivos intereses. Las cifras varían considerablemente en cuanto al tamaño de los diversos grupos de milicianos, ya que, en la guerra de asedio, los civiles suelen actuar a menudo como combatientes. Al principio de la guerra, la OLP contaba con unos 3.000 combatientes a tiempo completo en el oeste de Beirut. Hacia el 13 de junio había más de 16.000 combatientes musulmanes en la ciudad. Entre ellos 12.000 palestinos, 2.000 milicianos libaneses y 2.300 soldados sirios. Siria controlaba varios miles de efectivos de las fuerzas palestinas. Juntos, los grupos combatientes del oeste de Beirut formaban una «plétora de organizaciones rivales», desprovistas de unidad de mando. Cada grupo libraba su propia batalla, manteniendo un mínimo de coordinación con otros grupos.

La OLP era una organización que aglutinaba a varios grupos palestinos diferenciados. Yasser Arafat era el presidente del Comité Ejecutivo y el comandante en jefe de las fuerzas de la OLP. También controlaba directamente Fatah, su grupo más numeroso. Además de Fatah, cuya fuerza había crecido hasta los 8.000 combatientes en el interior de la ciudad, había, al menos, otras cuatro organizaciones palestinas en Beirut oeste: el Frente Popular para la Liberación de Palestina, el Frente Democrático para la Liberación de Palestina, el Frente Popular para la Liberación de Palestina-Comando General y al-Saiqa, controlada por Damasco. Los combatientes palestinos se concentraron en la protección del cuartel general de la OLP y los tres campos de refugiados de Sabra, Shatilla y Burj al-Barajinah. La OLP contaba con unos 40 carros de combate T-34, unas docenas de vehículos de reconocimiento DM-2, entre 50 y 70 cañones antiaéreos obsoletos y 20 BM-21 Katyusha.

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Asalto a Eben Emael. SKY MEN. Historia de las tropas aerotransportadas. Robert Kershaw

A medida que fueron llegando los planeadores, los fallschirmjäger, lanzaron las escotillas del techo y la puerta lateral y salieron «a la velocidad más rápida posible». Asaltaron la Cúpula 31. Dos ingenieros se encaramaron llevando 25 kg de cargas explosivas que fueron instaladas en la bóveda y detonadas. La explosión resultante fue tan violenta, «que fui lanzado al aire» desde mi posición de cuerpo a tierra, recordó Distelmeier.

Llegó otro planeador. Retiró la cabina, se quitó los cinturones y se lanzó dentro de la trinchera con la pistola en una mano y un cuchillo en la otra, topándose con dos espantados enemigos. «Debí ocasionarles una temible impresión», susurró. En ese instante, el Feldwebel Haug, su jefe, lanzó una granada entre ellos, sin percatarse de que Lange había saltado allí ya. Explotó, pero ni el paracaidista ni los belgas resultaron heridos.

Después de que el Feldwebel Helmut Wenzel, perteneciente al Stürmgruppe Granit, hubiera volado una entrada de la Casamata 19 se adentró cuidadosamente en la impenetrable oscuridad, encontrando dos belgas muertos en la penumbra. De repente un teléfono sonó apremiante detrás de él. «Debo decir», admitió posteriormente el Fallschirmjäger alemán, «que fue la primera vez que quedé realmente sorprendido en Eben Emael». Utilizó su linterna para encontrar el teléfono, escondido en un nicho en la pared. Al otro lado una voz terriblemente agitada hablaba atropelladamente en francés. No podía entenderlo, pero al percibir una pausa respondió en un inglés vacilante, indicando con calma y enfáticamente que «¡Aquí están los alemanes!» «¡Oh mon Dieu!», fue la respuesta. «Eso lo entendí», recordó Wenzel.

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BLINDADOS EN EL DESIERTO. La guerra acorazada en el norte de África. De Beda Fomm a la Operación Crusader, 1940-1941

En este estudio, el primero de dos volúmenes que abarcarán la historia de la guerra acorazada en el norte de África, el exitoso autor Robert Forczyk explora la historia de la campaña desde el ataque italiano inicial en 1940 y la llegada del Panzergruppe Afrika de Rommel hasta la ofensiva británica de la Operación Crusader, que llevó a la liberación de Tobruk a finales de 1941.

Completamente ilustrado en toda su extensión con fotografías, láminas, mapas, croquis organizativos a nivel táctico y apéndices que analizan la información relativa a los carros de combate y su régimen de entregas en el teatro, así como los órdenes de batalla, Blindados en el Desierto se sumerge en las fuentes de la época con el fin de proporcionar una nueva visión de la guerra acorazada en el desierto.

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Cena de la concesión de las Hojas de Roble. Teddy Suhren. As de Ases.

Frente a mí se sentaba el general Dietl, de las Tropas de Montaña, uno de los generales más carismáticos y populares de la guerra. Rogge se sentó junto a Hitler. Al final de la comida nos sirvieron a todos un poco de schnapps. Curiosamente, en el cuartel general del Führer había –para mi deleite- copas de aguardiente de la Marina, verdaderos cálices de 0,4 o 0,5 cl. Hitler era abstemio, pero dio permiso a Keitel con un asentimiento de cabeza para que propusiese un brindis. Y allá que fuimos, con el brazo flexionado a la altura del segundo botón y haciendo reverencias en todas direcciones.

Pero mientras los demás tomaban los sorbos con decoro y elegancia, yo incliné la copa a mi manera habitual y me la bebí de un trago. Apuré hasta el fondo; asombro por todas partes. Hitler sonrió, miró al ordenanza y le hizo una señal con la mano. Éste se acercó inmediatamente y me dio otra copa llena hasta el borde. Bueno, pensé para mis adentros, ya que me daban la oportunidad de tomar un buen schnapps, tendría que bebérmelo. No soy de modales delicados; sólo un simple marino, así que tendrían que aguantarse. Al parecer, al propio Hitler le gustaban este tipo de gestos espontáneos, ya que era consciente de que estaban libres de la actitud aduladora y rastrera habitual.

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Además, te llevas de REGALO una magnífica réplica de una carta original de la Kriegsmarine gigante (60×42 cm) a todo color de todo el Atlántico con sus cuadrículas como los que usaban los comandantes de los U-Boote por una cara, y una réplica de una auténtica carta de navegación de las que se llevaban a bordo de los submarinos de la Kriegsmarine del peligroso paso del Estrecho de Gibraltar por la otra.

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El general Raus dirige el repliegue en el Dniéper. Operaciones Panzer. Erhard Raus

El general Raus fue el responsable del repliegue alemán hacia el Dniéper en 1943 y el cruce por Kremenchug. En sus memorias relata: «Se habían necesitado cuatro días completos para cruzar el equivalente de dieciséis divisiones a través de los dos puentes. Los dos jefes de carreteras trabajaron en perfecta coordinación y durante los primeros momentos dirigieron diariamente entre 5.000 y 7.000 vehículos a motor a través del Dnieper. Más tarde incrementaron este ritmo a una media de entre 8.000 y 10.000. Un total de unos 70.000 vehículos a motor cruzaron el puente de carretera: seis divisiones panzer y cinco divisiones de infantería.

Tres divisiones de infantería, con todos sus transportes tirados por caballos, además de dos grandes columnas de aprovisionamiento, cruzaron el río por el puente de ferrocarril, que había sido cubierto con planchas. En paralelo a éste, nuestros ingenieros construyeron un puente flotante improvisado para el cruce de 30.000 vehículos civiles que el Octavo Ejército retiró a través de Kremenchug en el mismo periodo.

Una mañana supe que unos 25 Panzer VI Tiger habían sido abandonados por sus tripulaciones más allá de la línea defensiva de la cabeza de puente de Kremenchug debido a problemas técnicos. De inmediato ordené que unas 30 cabezas tractoras con apoyo de ingenieros volviesen a cruzar el río y recuperasen nuestros Tiger, que pudieron ser cruzados con éxito a la orilla occidental».

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