Michael Wittmann al frente de sus Panzer III de la sección de reconocimiento en Járkov (febrero-marzo de 1943)

Michael Wittmann estaba muy excitado de volver a estar de nuevo en acción, pero tenía que mantener la cabeza fría. Dio instrucciones a los conductores de su sección y trató de guiarlos lo mejor que pudo en el rumbo correcto, Kirschmer cambiaba de marcha tan rápido como podía
y marcharon hacia el objetivo a toda velocidad.

A derecha e izquierda, y detrás de él, Wittmann podía oír el rugido de los motores de los demás
carros de combate mientras se ajustaba los auriculares al objeto de asegurarse de que todo estaba listo para el enfrentamiento. «¡Preparaos para el ataque!», gritó Wittmann a los tensos miembros de su tripulación. Mientras Wittmann cerraba su escotilla, la calle que había delante
del carro de combate se convirtió en un diluvio de fuego procedente de todas direcciones. Los primeros proyectiles de los cañones contracarro aullaron por encima de la torreta de su carro con un gran remolino de aire.

Wittmann ordenó entonces al conductor que parase, Woll había apuntado ya el cañón de 50 mm y todo lo que necesitaba eran unos últimos ajustes en su dispositivo óptico. Wittmann dio su primera orden de fuego y, con un poderoso crujido y una fuerte sacudida del carro, el proyectil salió disparado en dirección al cañón contracarro enemigo. Apenas dos segundos más tarde se vio un brillante fogonazo entre rojo y naranja y resonó el eco de una explosión en toda la población.

El proyectil de alto explosivo había dado en el blanco y el cañón resultó totalmente destruido junto a su dotación. Se elevaba una columna de humo y fuego y la munición de la pieza, dispuesta a unos pocos pasos, también fue alcanzada y estalló. La casa que había ocultado al cañón contracarro era ahora una pila de maderas ardientes que iluminaba el cielo plomizo y lo acariciaba con sus llamaradas.

«¡Blanco!», gritó Woll mientras Berges cargaba otro proyectil en el cañón. Para entonces ya disparaban los cinco panzer y la adormecida villa había vuelto a la vida. Los soldados de infantería soviéticos trataban de ponerse a cubierto y de repeler el ataque de los carros alemanes. Wittmann ordenó a su conductor que avanzase al interior de la localidad. Pollmann disparaba su MG 34 frontal contra cualquier cosa que osase moverse….

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