El general Schmidt. Los generales panzer. David Stahel

La campaña de otoño de Schmidt para tomar Tikhvin había puesto sus nervios a flor de piel y parecía aceptar de buena gana su nuevo mando del Segundo Ejército, no solo porque constituía un ascenso, viniendo del mando de un cuerpo de ejército, sino por la relativa paz que le proporcionaba. Un día después de asumir su nuevo cargo en Orel, Schmidt escribió a Fridel: «Hay mucho menos que hacer que con el cuerpo [XXXIX Cuerpo Motorizado]». Sin saberlo, Schmidt había pasado, en realidad, de la sartén al fuego.

La crisis que asoló al Segundo Ejército superaría cualquier cosa que Schmidt hubiese experimentado con anterioridad. El 13 de diciembre, con sus divisiones en plena retirada, Schmidt enumeró algunos de los problemas irresolubles a los que se enfrentaba: «tormenta de nieve, hielo negro, dificultades de aprovisionamiento, sin reservas». Como resultado, sus nervios volvían a estar de nuevo al límite y escribió a Fridel, «debido a esta crisis estoy ocupado día y noche. Nunca me había ido tan mal». El 24 de diciembre la situación se había deteriorado aún más y Schmidt admitió: «A menudo me siento totalmente abatido por todo el sufrimiento […] pero no puedo cambiarlo». Es posible que esta impotencia afectase especialmente a los comandantes panzer, ya que la singularidad de su entrenamiento, recursos y experiencia siempre habían hecho hincapié en dominar al enemigo y dictar los términos de la acción. No estaban acostumbrados a la falta de control y libertad de maniobra, lo que, dadas las circunstancias, amplificó enormemente el sufrimiento de sus hombres.

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