El ejército prusiano en 1806. El modo alemán de hacer la guerra. Robert M. Citino

En el otoño de 1806, Prusia declaró la guerra al Imperio Francés. Entonces dio comienzo la sucesión de desastres. Decir que los prusianos no estaban preparados para la guerra es decir poco. El ejército era una reliquia momificada. Los sucesores de Federico el Grande habían preservado sus estándares de entrenamiento, tácticas y armamento con tanto mimo como una mosca fosilizada en ámbar. La formación lineal de tres hileras en dos escalones continuó siendo la doctrina prusiana, y otro tanto sucedía con el orden oblicuo. El mosquete era el modelo de 1754, calificado como «el peor de Europa» por una autoridad. Aferrado a su sistema de lentas columnas de suministro y depósitos, y arrastrándose con «una infinita cantidad de bagaje», se podía decir que marchaba a buen ritmo si cubría dieciséis o diecinueve kilómetros al día en un tiempo en el que la Grande Armée podía hacer treinta y dos.

No obstante, el problema más serio radicaba en sus comandantes. Se trataba de un grupo de hombres caducos, muchos de los cuales habían servido fielmente durante la Guerra de los Siete Años –hacía 50 años. El comandante de campo era el duque de Brunswick, que tenía 71. El principal asesor militar del rey, general von Mollendorf, tenía 82. De los 142 generales del ejército, 77 habían sobrepasado los 60 años de edad, y estas cifras se reflejaban igualmente en el conjunto del cuerpo de oficiales.

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