Pappenheim en la batalla de Breitenfeld (1631)

En cualquier caso, Pappenheim ordenó avanzar a su ala a las 14:00 horas. Los coraceros comenzaron a marchar a trote largo «con un ímpetu considerable», con los arcabuceros a caballo y Holstein prestando apoyo cercano.

Batallas de la Guerra de los Treinta Años Vol. I

Pappenheim se desvió ligeramente a la izquierda para evitar a la infantería enemiga del centro y poder golpear en ángulo recto a la caballería sueca. La «fuerza moral» de 3.800 jinetes de caballería pesada parecía irresistible, especialmente desde que Gustavo Adolfo había decidido enfrentarse a ellos desde una posición de reposo. La mayor parte de los jinetes hubiera vacilado, y era comprensible. Pero el rey había preparado bien a sus hombres, y éstos eran la elite. Justo en el momento preciso —cuando la primera línea de Pappenheim ya había disparado y la caracola se había detenido— todos los suecos descargaron sus armas, 860 mosquetes y 2.450 pistolas.

El impacto moral fue desproporcionado respecto al impacto real (quizá 150 hombres alcanzados de 2.500). La caballería sueca arrancó para «rechazar» a los desordenados Imperiales. Se llegaron a cruzar algunas espadas y hubo algunos fogonazos de pistola pero no se produjo un verdadero contacto. Los mosqueteros largaron una segunda descarga. Los Imperiales rompieron el contacto y lentamente se fueron retirando de la barrera de humo y acero. La «carga» de Pappenheim había sido «repelida», esto es, los suecos habían sobrevivido a la primera caracola. Su júbilo era palpable.

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Los portaaviones de la Royal Navy en el Mediterráneo

Los responsables directos de las principales victorias británicas en sus enfrentamientos navales con los italianos no fueron los acorazados, sino los portaviones.

El Mediterráneo en la Segunda Guerra Mundial

Las oleadas de aviones lanzados desde esas plataformas móviles fueron un instrumento de acoso muy efectivo que, inclusive, logró paralizar navíos de la Regia Marina que luego fueron cañoneados por la flota. Para el inicio de la guerra entre Gran Bretaña e Italia -10 de junio de 1940- la Royal Navy contaba con un notable número de portaviones: tres de la clase Courageous (26.500 toneladas y 48 aviones cada uno); el Argus, decano de esta clase de naves (14.775 toneladas y 20 aviones); el Eagle (26.200 toneladas y 21 aviones); el Hermes (10.950 toneladas y 20 aviones y, por último, el Ark Royal (27.000 toneladas y 60 aviones).

Gran Bretaña, aprendiendo de eventos como la pérdida del Repulse y el Prince of Wales y el raid de Tarento, dirigió parte de su esfuerzo bélico en la construcción de portaviones de línea, como el Unicorn, los seis de la serie Formidable y los ocho de la clase Colossus, reforzados por cuarenta y cinco portaviones de escolta hechos a partir de buques mercantes modificados.

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El Ejército Español en la defensa de Buenos Aires

El ejército español había sido organizado en cuatro divisiones.

La primera estaba mandada por el coronel Cesar Balbiani y constituía el ala derecha. Constaba de dos batallones de Patricios, 800 hombres; el Cuerpo de Marina, 400; dos compañías de Miñones Catalanes (los Miñones eran infantería ligera), 130; una compañía de Granaderos de Milicias Provinciales, 90; el primer escuadrón de Húsares, 217, y el tercer escuadrón de Cazadores, 180. Contaba también con 14 piezas de artillería y sus correspondientes artilleros y sirvientes. El número total de sus efectivos, incluidos los jefes, era de 1.987 hombres. Su distintivo fue la banderola roja.


La segunda división era comandada por el coronel Francisco Javier Elio y constituía el centro. Constaba del Tercio de Gallegos, 550 hombres; el Tercio de Andaluces, 400; el Cuerpo de Pardos y Morenos (negros y mulatos), 400; dos compañías de Miñones Catalanes, 130; el Quinto Escuadrón de Carabineros, 150. Portaba 9 cañones y sus artilleros. En total 1.720 hombres. Su distintivo fue la banderola blanca.

La tercera división fue encomendada al coronel Bernardo de Velasco y constituía el ala izquierda. Constaba de la tropa profesional del Fijo y Blandengues (guardia fronteriza), 400; el Tercio de Cantabros, Castellanos, Vizcaínos (vascos) y Asturianos, 500; el Tercio de Arribeños (provenientes de otras ciudades del Virreinato, 250; dos compañías de Miñones Catalanes, 130; el segundo escuadrón de Húsares, 150; el sexto escuadrón de migueletes; 150. Portaba 16 piezas de artillería. En total 1.580. Su distintivo fue la banderola azul.

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Defensa de Buenos Aires. El combate de Santo Domingo

Amaneció en 1 de julio sin noticias del inglés en Barracas, pero no permaneció ocioso el centro del ejército pues se terraplenaron algunas zanjas que había del otro lado del Riachuelo y que podían abrigar al enemigo.

Pronto llegaron noticias del avance enemigo, pues a mediodía avisaron las avanzadas de los Usares de Pueyrredón, que los ingleses pasaban por los Quilmes. Era el momento de apostarse para impedirles el franqueo del río. Así, dispuso el General [Elio, jefe de esta división del centro], apostar a la Compañía de Granaderos de Galicia en una embarcación que se hallaba varada a la parte del norte del Riachuelo; la 1ª. y la 2ª Compañía en al Quinta de Ugarteche como cien varas al E. y sobre la orilla del Rio, el resto de Galicia con los Pardos y Andaluces permanecieron en al posición del día anterior; esto es en una línea perpendicular el Riachuelo.

Esto es, tres compañías flanquearon, sobre la orilla, el puente sobre el que necesariamente deberían transitar los británicos y el resto se situó en el extremo del puente. Pero los acontecimientos se precipitan: A las dos de la tarde volvieron a avisar que los enemigos iban llegando a la Chacarita de Santo Domingo, que sólo distaba dos leguas [8 kms.]; con esta noticia resolvió el Coronel Elio pasar a la Ciudad a dar cuenta al General en Jefe; el Comandante de Gallegos Don Pedro Antonio de Cerviño quedó mandando el Campo.

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La tercera gran derrota de Inglaterra contra España. Derrotas inglesas en el Río de la Plata

Este libro nace con la intención de rememorar una de las grandes efemérides que rubrican la presencia hispánica en el mundo. Del mismo modo que la batalla de Trafalgar fue importante para consolidar el dominio inglés sobre los mares, la batalla de Buenos Aires lo fue para certificar el dominio hispánico sobre la tierra americana. Pero si Trafalgar es recordada, lo ocurrido en Buenos Aires ha sido olvidado.

Esta asimetría nos pone sobre la pista de las trampas que nos encontramos cuando pretendemos conocer la historia. Porque lo olvidado se convierte en inexistente. Se dirá entonces que Gran Bretaña no conquistó la América española porque no le interesaba, porque sólo quería bases para sus ataques piráticos y su contrabando.

La verdad es que durante siglos lo intentó y sufrió graves derrotas (La Coruña-Lisboa 1589; Cartagena de Indias 1741; Buenos Aires 1807). Pero esta última embestida, debido a la efectiva debilidad de España y al poder ya alcanzado por Inglaterra a esa altura de la historia, era la que más garantías de duradero éxito parecía tener. Sin embargo, el último gran envite, acabó otra vez con una completa victoria española.

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