Primeros momentos de Market Garden. Nunca nieva en septiembre. Robert Kershaw

Durante la primera hora o dos, los mandos alemanes no podían siquiera empezar a estimar el tamaño y alcance de la operación aliada. El Hauptsturmführer Hans Möller, que conducía a velocidad frenética a su cuartel general divisionario, trató de organizar sus pensamientos. «¿Qué nos depararía el futuro? ¿Qué estaba pasando?».

Eran las 14:00 horas. Un total de 331 aviones británicos con 319 planeadores y 1150 aviones americanos que remolcaban 106 planeadores habían tendido una «alfombra» aerotransportada, concentrada en tres zonas entre Eindhoven y Arnhem. En el transcurso de una hora y 20 minutos aproximadamente 20 000 paracaidistas y soldados de infantería transportados en planeadores aterrizaron en buen orden muy por detrás de las líneas alemanas. Los soldados alemanes en el frente contemplaron con ansiedad estas enormes formaciones aéreas que pasaban atronadoramente hacia su retaguardia pues no querían verse aislados.

Un planeador Waco de la primera oleada fue abatido cerca del cuartel general de Student en Vught. Al rebuscar entre los restos, un Feldwebel encontró una cantidad de documentos de tal importancia que en cuestión de horas estaban en el escritorio del general. Los papeles eran un conjunto de órdenes para Market, el plan aéreo. Se pudo juntar suficiente material para que el estado mayor del LXXXVIII Cuerpo le aconsejara a su comandante aquella misma noche que: “A la 101a División Aerotransportada americana se le ha encargado tomar los puntos de cruce sobre los cursos de agua; en Son-St. Oedenrode y Veghel y sostenerse en ellos hasta que las fuerzas terrestres británicas los releven”.

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Panzer Meyer a las puertas de Crimea. Granaderos. Kurt Meyer

Permanecí en el estribo de mi vehículo blindado. Mi coche seguía al grueso del batallón. Mi reloj mostraba las 06:05 horas cuando la sección de Westphal marchó lentamente hacia las casas de Preobrazhenka. Un enorme rebaño de ovejas bloqueaba la entrada a la población; comenzó a desplazarse hacia la estepa. Un estruendo rompió el silencio. Algunas ovejas salieron volando por los aires. Los animales corrieron alocadamente por sus vidas, subiéndose unas encima de otras para escapar y acabando igualmente por los aires. Al volverse, las ovejas se habían metido en un campo de minas. Los balidos de los atormentados animales retumbaban en el aire, mezclándose con el ruido sordo que producía el estallido de las minas. En cuclillas, listos para avanzar y temblando de la excitación, aguardamos al destello parpadeante de las armas soviéticas. Todavía no se había disparado un tiro; solo las minas estaban completando su mortífero cometido. Todo lo que quedaba del gran rebaño de ovejas era un montón de cuerpos ensangrentados con espasmos y un par de animales intentado salir trabajosamente de allí.

¡Entonces ocurrió! Los proyectiles silbaron sobre nuestras cabezas y estallaron entre el grupo de marcha de Stiefvater. Iban dirigidos contra la retaguardia. Corrí queriendo alcanzar el primer edificio y echar un vistazo en dirección a Perekop. Tras dar unos cuantos botes me metí en una nube de polvo entre un diluvio de estallidos de granadas. Un monstruo tenebroso había asomado levemente sobre la rasante y nos estaba disparando. Justo unos pocos cientos de metros delante de nosotros había un dragón vomitando fuego, sembrando la muerte y la destrucción en nuestras filas. Un tren blindado, erizado de armas, había tomado posiciones interponiéndose en la trayectoria del batallón

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Manila. Asalto a Intramuros. Calle a Calle. La guerra urbana y las ciudades como elemento decisivo

El 23 de febrero, la 37.ª División de Infantería se había abierto paso hasta la muralla oriental del bastión japonés de Intramuros y estaba preparada para asaltarlo. El bombardeo intermitente de la fortaleza había comenzado el 17 de febrero. El 23 de febrero, día del asalto, hubo una concentración de fuego entre las 07.30 y las 08.30 horas. En ella se emplearon una gran cantidad de obuses de 105 mm y 155 mm, cañones de 75 mm de los carros de combate, morteros de 107 mm, algunos obuses de 203 mm y otras piezas; dicho de otro modo, casi todos los medios de artillería de la 37.ª División de Infantería. Los obuses de 203 mm resultaron ser los más eficaces contra las gruesas murallas de Intramuros. Se emplearon 30 ametralladoras en apoyo de la preparación artillera, de las que 26 se dirigieron contra posiciones de ametralladoras japonesas y 4 se reservaron para objetivos de oportunidad que surgiesen antes y durante el asalto. En total, se lanzaron 7.487 proyectiles de alto poder explosivo contra Intramuros.

Los 129.º y 145.º Regimientos de Infantería avanzaron fácilmente a través de las brechas hechas en las murallas y por las calles de Intramuros. Sin embargo, el avance del 145.º Regimiento de Infantería se vio pronto bloqueado por el flujo de 2.000 refugiados, mujeres y niños, procedentes de la Iglesia del Mónico, en la calle General Luna, donde los japoneses los habían estado reteniendo. Muchos serían evacuados desde la puerta oeste de Intramuros por un convoy de camiones de la 37.ª Compañía de Intendencia. Los civiles varones habían sido separados por los japoneses, retenidos en la antigua ciudadela de Intramuros, el Fuerte Santiago, y ejecutados en masa.

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La columna de Melilla en el desembarco de Alhucemas. Marruecos. Las etapas de la pacificación. General Goded.

El día 11, a las seis y media de la mañana, empieza el desembarco de las fuerzas de la brigada de Melilla en la playa de los Frailes. Se destinaron para el desembarco de la columna de Melilla sólo dos barcazas «K», y por ello y por el mal estado del mar se efectuó la operación con grandes dificultades empleándose todo el día en desembarcar las fuerzas de la Mehalla de Melilla, la Harca de Varela, un tabor de Regulares de Melilla, dos compañías del regimiento de Infantería de Melilla, un batallón de Infantería de Marina, una batería de obuses, una compañía de Ingenieros y el Cuartel General de la columna de vanguardia, tomando el mando de todas estas fuerzas el coronel Goded, por no haber desembarcado aún el general Fernández Pérez. Se asignó a estas fuerzas de la columna de Melilla el sector izquierdo del frente, constituido por la parte montañosa del promontorio de Morro Nuevo desde el collado de la playa de los Frailes hasta la llamada Casamata del Cañón.

La situación de estas fuerzas de la columna de Melilla resultaba peligrosa y difícil, pues para un frente de unos tres kilómetros se contaba con menos de 3.000 hombres de fuerzas combatientes, densidad bien pequeña para poder resistir un ataque a fondo, no pudiendo organizarse el dispositivo en profundidad por falta de efectivos y por escasez de terreno para ello dada la proximidad al mar del frente ocupado por las tropas; no se disponía de material de fortificación, que no hubo tiempo de desembarcar en el día, y la protección de las tropas hubo de improvisarse con parapetos de piedra y sin alambrada alguna, no existiendo reservas ni repuesto de víveres, agua ni municiones. Si el enemigo hubiera atacado a fondo en un solo punto con reiteración de esfuerzos habría podido romper aquella noche esta débil línea. Afortunadamente, los rifeños no supieron emplear esta táctica, desparramaron sus fuerzas tanteando en varios puntos y su formidable esfuerzo fracasó.

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Blindados en combate urbano (Stalingrado). Calle a calle. La guerra urbana.

La infantería alemana apreciaba mucho los cañones de asalto o Sturmgeschutz en Stalingrado porque podían ponerse a cubierto detrás del vehículo blindado mientras avanzaba y disparaba. Sin embargo, fue un grave error que la infantería emplease los carros de combate del mismo modo que los Sturmgeschutz, ya que los Panzer III y IV eran demasiado vulnerables al fuego enemigo. En su lugar, se instaba a que la infantería acorazada avanzase con varios carros detrás, proporcionando apoyo de fuego.

Desplegar carros de combate e infantería acorazada en una pequeña cuadrícula urbana exigía un nivel de cooperación diferente, más íntimo. El equipo de armas combinadas de la cuadrícula requería un número reducido de carros, infantería acorazada e ingenieros. Los escombros, las calles estrechas y los cráteres de las bombas limitaban el número de blindados que podían operar eficazmente en un espacio confinado de este tipo.

Las minas eran el mayor peligro para los panzer. Cuando un carro pisaba una mina, todos los blindados de la cuadrícula debían detenerse, avanzando los ingenieros por delante para despejar pasillos. La infantería debía desplegarse en vanguardia con el fin de neutralizar a la infantería soviética y dar protección a los equipos de recuperación, ya que era vital recuperar lo antes posible los vehículos dañados. También se hacía necesario retirar los carros antes de la puesta de sol para atender a las unidades de apoyo logístico, porque sus vehículos carecían de blindaje.

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