Llegada de los Bf 109 de África a Sicilia. Más allá del Deber. Adam Makos

Franz Stigler ya sabía que la batalla por África se había perdido cuando vio aterrizar a los maltrechos Bf 109 de la JG 77. Rodaron hasta los parapetos abiertos donde él y otros se sentaban. Los fuselajes marrones y la panza azul de los aviones estaban acribillados de orificios de bala y cubiertos de aceite, arena y residuos de pólvora. Roedel divisó el avión del comandante de la JG 77, el mayor Johannes «Macky» Steinhoff. Aquellos que conocían a Steinhoff lo miraban como a un padre, aunque solo tuviese treinta y dos años. Steinhoff se abrazó a Roedel, su viejo amigo de la escuela de vuelo, luego se apresuró hacia uno de los cazas de su unidad, que acababa de detenerse. Pasando de largo al piloto del avión, Steinhoff corrió hasta detrás del ala y manipuló la trampilla de la radio en el fuselaje, donde había sido pintada la cruz negra y donde se hallaba el botiquín de primeros auxilios.

Abrió la compuerta y se inclinó al interior del compartimiento del caza. Steinhoff alargó la mano, forcejeó y luego sacó a un hombre del avión –por los pies. El hombre abrazó a Steinhoff y luego se agachó y besó el suelo. Mientras las hélices de otros aparatos se iban deteniendo hasta quedar inmóviles, Steinhoff se precipitó hacia otro caza y abrió la compuerta, liberando a otro hombre, al tiempo que el piloto del avión apoyaba la cabeza contra el colimador, agotado. Los pilotos de Steinhoff habían dejado sus herramientas, balas y piezas de repuesto en África, pero no habían abandonado a sus mecánicos. Todo lo contrario, los pilotos los habían ayudado a meterse en esos compartimientos oscuros y claustrofóbicos de las panzas de los cazas. En su interior, habían experimentado un vuelo infernal de cuarenta y cinco minutos. Sin espacio para moverse. Sin paracaídas. Sin escapatoria.

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Rommel llega a Trípoli. Blindados en el desierto. Robert Forczyk

Cinco días después de la victoria británica en Beda Fomm llegó a Trípoli en un avión de transporte Ju 52 el teniente general Erwin Rommel con un pequeño séquito de estado mayor y se presentó a dar novedades a Gariboldi. La Directiva N.º 22 de Hitler, cursada en enero, autorizaba el despliegue de una pequeña fuerza expedicionaria aeroterrestre alemana en el norte de África. Aunque Rommel recibió la orden de cooperar con los italianos, dependía del Oberkommando des Heeres (OKH). Siguiendo las directrices de Hitler, la Unternehmen Sonnenblume (Operación Girasol) del OKH sólo pretendía proporcionar una fuerza de bloqueo (Sperrverband) al mando de Rommel que evitase un colapso total italiano. Dada la aparente incapacidad italiana para detener los blindados británicos, la fuerza de Rommel fue optimizada para funciones defensivas contracarro, no para una guerra de maniobra. Aunque en un principio se pretendía enviar una sola división alemana, el informe de von Thoma influyó en la decisión del OKH de aumentar la fuerza expedicionaria a dos divisiones a principios de febrero.

Aunque estaba claro que las fuerzas británicas desplegadas en torno a El Agheila eran escasas, Rommel no podía emprender ninguna acción ofensiva real hasta que tuviese disponible el resto de la 5.ª División Ligera. En los primeros once días desembarcaron en Trípoli un total de 7.232 soldados alemanes y 2.366 vehículos, pero harían falta seis semanas para trasladar toda la división al norte de África. El 5.º Regimiento Panzer del coronel Herbert Olbrich (con dos batallones) no llegó hasta principios de marzo. Rommel envió de inmediato los panzer de Olbrich al frente, sin esperar a que las tropas se aclimatasen a las condiciones del desierto.

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La Montaña Blanca (1620). Batallas de la Guerra de los Treinta Años. William P. Guthrie

Para las 13:15 horas el grupo de Bucquoy había dejado aislado al Regimiento de Caballería de Solms, capturado al propio Solms y alcanzado la línea de la cima. Los cinco reductos adelantados habían sido arrollados con facilidad, unos por Bucquoy y otros por Tilly. A medida que los restos de Thurn y de la caballería pasaban en avalancha, los valones de Verdugo y los italianos de Spinelli marcharon contra Hohenlohe. Aquellas unidades se derrumbaron sin disparar un tiro; el Regimiento de Infantería de Kaplir y la mayor parte del 2º escalón siguieron su ejemplo. Los húsares de la retaguardia comenzaron a alejarse. En el Palacio de la Estrella, alarmado Sajonia-Weimar por la llegada de Tilly, envió a pedir ayuda a Kornis. «Ya no deseo ser alemán», dijo dramáticamente, «¡sino húngaro!». «¡Germani currunt!», informó Kornis, abandonando el campo de forma Pragmática.

Desesperada e inútilmente Anhalt y Thurn intentaron reunir a sus regimientos en desintegración. Hoffkirch fue abatido, Styrum y Pechmann, viendo como se estaban poniendo las cosas, siguieron el ejemplo de Kornis. Schlick y su puñado de moravos aguantaron firmes, pero Spinelli y Bauer los hicieron retroceder al interior del parque. Para las 13:30 horas, todo había terminado. Algunos Católicos acosaron a los rebeldes en fuga, otros arrollaron a la Infantería Real, que de forma suicida todavía mantenía la formación. El resto rodearon el Palacio de la Estrella, donde Schlick y Sajonia-Weimar trataban de improvisar una defensa. Para las 14:00 horas hasta ellos se habían rendido. Los rebeldes habían sido aplastados, la rebelión sería la siguiente en serlo.

El ejército Protestante sencillamente dejó de existir. Unos 4.000 hombres murieron o fueron capturados, y se tomaron 100 banderas y los diez cañones.

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Gettysburg y la carga de Pickett. Perspectivas históricas del arte operacional

Longstreet y Lee cabalgaron hasta una posición desde donde pudieran ver el centro enemigo. La discusión comenzó a subir de tono cuando Longstreet argumentó que un ataque frontal no tendría éxito. Cuando le preguntó cuántos hombres pretendía empeñar en el ataque, Lee replicó que 15.000. Longstreet respondió que no había 15.000 hombres vivos que pudiesen atacar con éxito a través de un área despejada seleccionada como avenida de aproximación. Además, la artillería yanqui, emplazada para entonces en Little Round Top, podía barrer toda la línea de ataque mientras esta avanzaba por campo abierto. Uno de los oficiales de estado mayor de Lee respondió que esos cañones federales podían ser silenciados. Lee se mostró inflexible y Longstreet accedió. El comandante en jefe añadió que la caballería de Stuart efectuaría un ataque de apoyo rodeando las defensas federales y atacando el centro de la retaguardia de la línea enemiga. Las instrucciones para la «carga de Pickett» habían concluido. Lee recorrió junto a Longstreet las posiciones de su ataque un par de veces durante la mañana del 3 de julio.

Quería asegurarse de que la artillería y la infantería estaban adecuadamente posicionadas y listas para asestar el golpe definitivo. Había alrededor de 172 cañones confederados en línea para llevar a cabo una preparación artillera masiva. Una vez que los cañones hubiesen desmoralizado a la infantería federal y suprimido la artillería enemiga, los 13.500 soldados de los cuerpos de Longstreet y Hill que habían sido concentrados finalmente para el ataque iniciarían la carga a través de un campo despejado de unos 1.600 metros de longitud. Poco después de las 13.00 horas abrió fuego la artillería confederada. La Carga de Pickett es probablemente el más célebre ataque de toda la guerra. Su fama provino del heroísmo mostrado por los confederados, que tuvieron que soportar el feroz fuego de artillería y mosquetería de los federales. El Ejército del Norte de Virginia hizo todo lo que Lee le pidió, pero, aunque célebre, la Carga de Pickett fue inútil.

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Gharbi 1940. Primer enfrentamiento carro contra carro. Blindados en el desierto – Robert Forczyk

Los británicos habían obtenido una clara victoria táctica en su primera acción carro contra carro en el norte de África. En la acción de Ghirba, los italianos perdieron 16 tanquetas CV-35, cuatro piezas de artillería de campaña y 13 camiones, además de lamentar más de 50 muertos y 101 prisioneros. Las unidades británicas no sufrieron ni una sola baja. A pesar de su victoria táctica, los británicos observaron varios problemas que el enfrentamiento de Ghirba puso al descubierto. En primer lugar, durante la acción se descubrió que los equipos de radio n.º 9 del 11.er de Húsares no podían comunicarse con los equipos de radio n.º 11 del 7.º de Húsares –y no sería ésta la última vez que las comunicaciones británicas se viesen comprometidas en el campo de batalla por no haber comprobado el equipo y las frecuencias antes del combate. Se comprobó que el armamento británico era bueno a corta distancia, pero ineficaz a distancias mayores.

Los carros de crucero A-9 deberían haber sido capaces de eliminar las tanquetas italianas a 600–800 metros, pero resultó imposible. La artillería italiana fue aún más ineficaz y no logró infligir daños de gravedad. Los enfrentamientos iniciales reforzaron también una mentalidad de los comandantes británicos centrada en los carros de combate, en la medida en que los destacamentos de infantería, artillería, ingenieros y contracarro no habían aportado gran cosa –los carros de combate y los vehículos blindados habían sido suficientes. Tampoco la falta de capacidad de defensa antiaérea de la 7.ª División Blindada parecía una vulnerabilidad notable, a pesar de los frecuentes ataques aéreos enemigos y de la falta de apoyo de cazas de la RAF.

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